miércoles, 22 de octubre de 2008

Pacífico (Teoría de la desgracia)


José Antonio Garriga delante de un reloj. A él le gusta detener el tiempo con las palabras.


Mi buen amigo, crítico y escritor Miguel Ángel Martín -Miguel Ágel Oeste, es su alias- acaba de devorarse la última novela de mi compadre José Antonio Garriga. Como él no tiene blog y aún no sabe si se atrevería a esto de exponerse al público me pide si puedo hacer un post con la crítica que él ha hecho de la novela de su admirado Garriga, Pacífico. Cómo no, le digo, ésta es tu casa. Así que, sin más, mientras cuento las horas para el regreso de Miranda, le damos la palabra al queridísimo Miguel Ángel.



Éste es Miguel Ángel. Ya le he dicho que en este blog no tiene mucho sentido ocultarse




TEORÍA DE LA DESGRACIA


APUNTES SOBRE PACÍFICO de JOSE ANTONIO GARRIGA VELA


Por Miguel Ángel Oeste




UNO. Dice el narrador de esta absorbente, magnífica novela que “La mano caliente de mi padre ahuyentaba el miedo de mi cuerpo”. Y sí, nacemos niños e inocentes hasta que la vida nos va cambiando y empezamos a sentir frío, y nuestro primer héroe, nuestro padre, un día deja de serlo. Y entonces el mundo empieza a ser más frío y más extraño y empezamos a hacer (y hacernos) preguntas. Pero las respuestas que recibimos son diferentes a las propias.

Y ése, y no otro, es el momento exacto en el que el niño que había pensado ser santo decide ser escritor.

DOS. El niño es el narrador de Pacífico. El niño cuenta la historia de su familia: su hermano Sebastián, un hombre tranquilo que construye barcos y sueña con Marta y es enviado al infierno por no hacer nada. De su madre, una comadrona que vive entre dos hombres en la misma casa. Porque su marido (un vendedor de perfumes) persigue el deseo de mujeres más jóvenes. Marido y amante combaten sin puños por esa mujer. De su padre que huye hacia delante. Hasta que se arrepiente y promete volver a ser el que alguna vez creyó que era. Pero no. Porque vuelve a huir a la mayor de las velocidades hasta que se estrella. Y ya no puede moverse. Entonces es el mundo el que se mueve y él que está quieto, aunque continúa corriendo sin moverse del mismo lugar. De Fernando Nogueira, un periodista deportivo que tiene alquilada una habitación en esa casa de Calle Comercio que funciona en la novela como un microcosmos universal que se proyecta sobre el universo. De Marta con el cuerpo de Estelita Raval. La Mujer del Alambre. Y de un perro, Chivato, un animal sin memoria que juega con los designios de la vida como si fuera Shakespeare. Y de otros personajes secundarios entrañables (todos lo son) como el entrenador Alcántara o el maestro Linares.

TRES. Pacífico es una novela soberbia que se lee en un sosiego expectante, mientras paulatinamente crea una tempestad en nuestras emociones. Y también: Pacífico es un libro para leer bajo una luz tenue, de noche, en calma, porque su fulgor es fuerte y su intensa fuerza de arrastre es mayor.

Pacífico, la novela, es mayor que ese océano homónimo.

Jose en el cementerio de Montparnasse, en París, junto a la tumba de su escritor favorito, Samuel Beckett



CUATRO. Estamos ante una historia triste escrita bajo la templanza de una voz narradora melancólica y suave. Una templaza que a cada párrafo explota en múltiples y profundas cuestiones humanas, morales… sobre la rara a la par que vibrante existencia de un mundo cerrado o contenido en Calle Comercio, pero abierto y expansivo en pensamientos y deseos.

CINCO. José Antonio Garriga Vela consigue algo muy complicado: nos introduce dentro de este rotundo libro, y cuando sales de su interior, lo haces por un lugar distinto al que se entró. Y mejor (o más importante): sales más sabio, más humano, con ganas de vivir (aunque la vida huela mal), y de querer a tus seres queridos aunque sepas que son éstos los que te ponen límites.

SEIS. Una apreciación personal y subjetiva. Mientras lo leía tuve la sensación que imaginaba a Garriga Vela escribiendo, subido a uno de esos alambres por los que Estelita Raval hacía equilibrios por el alambre, pues su prosa, o la cadencia de sus oraciones, parece caminar por esa fina cuerda, seduciéndonos igual que si mirásemos el número de un funambulista.

Escribir es hacer funambulismo con los pensamientos y con la imaginación y con la memoria. Eso parece decirnos este acróbata de las letras. Un maestro en un número imposible que hace posible, mientras el público (nosotros) abrimos la boca (la mente).

SIETE. La literatura de José Antonio Garriga Vela es un recorrido por las debilidades del hombre sobre la manifestación o agotamiento de los sentimientos en esta derrota que es el tiempo.

OCHO. Pacífico nos muestra enseñanzas tan básicas, tan necesarias, tan humanas, y que, sin embargo, nos llevan a errar una y otra vez, ya sea por dejarse arrastrar por el deseo o por las vueltas y revueltas que da la vida o por simple azar o por lo que sea.

Y también, por sus páginas, se oyen los tambores-ecos de Kafka, de Faulkner, de la trágica extrañeza azarosa de los personajes de Auster…, de las verdaderas miserias de la vida por erosionantes y sentidas en un grupo de personajes entrañables con sus grandes defectos y mínimas virtudes como todos nosotros.

NUEVE. Pacífico es una sutil historia de tristeza, de inmensa tristeza, pero a la vez es una especie de canto a la vida, a compartir cualquier momento, a sentir, y a amar de la mejor de las formas. A la vez, Pacífico muestra las dos caras de esta vida con sus incontables matices; a pesar de esa diáfana dualidad de los polos: positiva para el narrador, negativa para Sebastián.

DIEZ. Un día se es niño y la mano caliente del padre ahuyenta los miedos. Otro, de repente, sin avisar, todo cambia. No hay un día preciso. Pero todo comienza a cambiar, porque las respuestas del padre a las preguntas del niño sobre la vida empiezan a diferir de las del niño. Estamos escuchando hablar a ese padre sobre el mundo y sus héroes (sus dueños lo llama él); el niño lo mira, le surgen dudas y entonces le pregunta: “Y nosotros, papá, ¿de qué somos dueños?”. “Nosotros, hijo, somos dueños de la desgracia”, le contesta el padre.

Y ése, y no otro, es el momento crucial en el que el niño descubre que ni Dios ni los Santos existen. Por lo que empezará a escribir la historia de su familia como la forma inequívoca de constatar su memoria, aunque los mexicanos afirman que el océano Pacífico no tiene memoria, a diferencia de esta maravillosa novela, Pacífico, que no sólo tiene memoria, sino que se queda en la memoria y nos acompaña a ese paso inevitable, a esa “extraña forma de vida”.


Éstos somos Jose y yo, en París. En Montmartre. Hace ya cinco años


Sabino Méndez en la Música Contada


La Música Contada es una iniciativa de El Pez Doble S.L., auspiciada por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Este apoyo se instrumentaliza a través de sus espacios escénicos andaluces: Teatro Cánovas y Sala Gades (Málaga), Teatro Alhambra (Granada), y Teatro Central (Sevilla). Se da la feliz circunstancia, pues, de que la novena temporada de La Música Contada va a celebrarse (simultáneamente), en tres ciudades andaluzas… trazando así un eje cultural excepcional en nuestro paisaje cultural.



El Chojin durante su sesión del pasado 4 de octubre. Sala Gades


Hay que destacar la gratuidad de las sesiones de La Música Contada, así como el asequible precio (5 euros por persona) de las sesiones especiales La Música Contada en concierto, en las cuáles el discofórum es interpretado en directo por el artista o la formación de turno. Tras el éxito absoluto, con más de cien personas que se quedaron sin asiento, que tuvo El Chojín en el inicio de temporada el pasado 4 de octubre (http://www.nachogabrielli.es/downloads/chojin), este sábado le toca el turno al guitarrista de rock y compositor de tantos temas de Loquillo y los Trogloditas, novelista y articulista de prensa, Sabino Méndez. Será en la sala Gades de Málaga (C/ Cerrojo; en el Conservatorio de Danza junto al hotel NH) a las 20 horas. La entrada será libre. O sea, gratis. ¿Te lo vas a perder?







Sabino Méndez



"Rock and roll will never die".




(Sábado, 25 de octubre, 20 horas. Sala Gades de Málaga. C/ Cerrojo. En el conservatorio de Danza. Entrada libre).



Son cosas que pasan. Cuando mejor le iban las cosas con su grupo (Loquillo y Los Trogloditas), dejó la banda que le había aportado tantos éxitos como compositor. Fue a finales de la década de los 80, y Sabino Méndez quería dedicarse a escribir, en exclusiva, para él. Así comenzó la carrera como novelista de este guitarrista y filólogo, que hasta ahora ha dado de sí obras tan aclamadas como "Corre, rocker" (Espasa, 2000), "Limusinas y estrellas" (Espasa, 2003), y "Hotel Tierra" (Anagrama, 2005). Su proyecto literario está centrado en "contar hechos susceptibles de verificación", y se mueve entre la revisión autobiográfica, o la narración de hechos como la reciente formación en Cataluña del Partido de los Ciudadanos (colectivo de carácter postnacionalista que centra su nuevo libro). Tras años de distanciamiento de los escenarios tras su sonora ruptura con Loquillo, ambos volvieron a reencontrarse y a apretarse recientemente las manos. El resultado: sabino fue el guitarrista de Los Trogliditas en el concierto donde éstos con loquillo telonearon a los Rolling Stones en el Vicente Calderón hace año y medio. El círculo se cerró y compartió escenario con Keith Richards. Sueños cumplidos



Sabino es viejo conocido de La Música Contada. Como dice Neil Young, uno de los seleccionados para la sesión del escritor catalán, "rock and roll will never die". El rock, ni muere ni se abandona del todo. Sabino Méndez, el que fuera guitarrista de Trogloditas, ha seguido tocando por afición: de ahí que publicara, en 1997, "La noche que murió Marcello Mastroianni" (Aleluya Records). De ahí que volviese a colaborar con Loquillo (su ruptura fue de las más sonadas del rock español), teloneando el pasado año a los Rolling Stones en España, con éste y Trogloditas. Y de ahí que regrese a este ciclo, con un buen arsenal de clásicos: "Hey hey, my my" (Young), "London Calling" (The Clash), "L'eau a la bouche" (Serge Gainsbourg), "Anni" (Paolo Conte), "Come on" (Chuck Berry, en versión de New Adventures), "American Pie" (Don McLean)…



http://www.sabinomendez.com/






LMC: Nueve temporadas en cartel
Nueve años en anda

La Música Contada regresa con la que es ya su novena temporada (Novena, sí, como la mágica sinfonía que escribió el sordo más talentoso de la historia). Y lo hace con una nutrida programación repartida en tres trimestres, as always: de octubre a diciembre de 2008, de enero a marzo, y de abril a junio de 2009. Esta iniciativa, ideada por el periodista Héctor Márquez y gestionada por la productora El Pez Doble, S.L. (que el propio Márquez dirige), lleva en marcha desde 2000.


Progresivamente, y después tantos años, todo lo que rodea a La Música Contada ha crecido, en números y en experiencias: así, se han celebrado un total de 145 sesiones por las que han pasado 132 invitados, en cinco ciudades distintas (Málaga, Sevilla, Granada, Marbella y Los Barrios, en la provincia de Cádiz). Más de 70.000 melómanos de toda edad, raza, gusto, creencia y condición se han acercado por los diferentes espacios escénicos, salas e incluso garitos en los que se ha celebrado este programa cultural. El formato también ha crecido, de ahí la dualidad de la propuesta en el caso de algunos músicos, que ofrecen un concierto con sus canciones favoritas, interpretando su propio discofórum.


La Música Contada nació como una idea muy simple: individuos y gentes vinculadas al mundo de la música por oficio (intérpretes y solistas, grupos, periodistas, comunicadores) o devoción (artistas y profesionales destacados de diferentes ámbitos) diseñan su propio discofórum, compuesto por sus canciones favoritas. Nos cuentan su vida a través de la música; nos hacen partícipes de cuál ha sido su BSO original; o, sencillamente, relatan el porqué de su melomanía. En unas sesiones hay más palabra que música, y viceversa. Cada invitado de La Música Contada hace su propia sesión: he aquí la gracia del asunto.


En LMC, parafraseando a su ideólogo, "cada cual que pasó, la pasó de madre". Algunos de los 135 protagonistas del ciclo invitados hasta la fecha (Kiko Veneno, Iñaki Gabilondo, Aldo Ceccato, Diego A. Manrique, Jesús Ordovás, Paul Collins, Juanma Iturriaga, La Habitación Roja, Carlos Álvarez, Alaska, Robert Freeman, etc.) se han divertido de lo lindo. Y no digamos menos el público asistente que ha tenido oportunidad de dirigirse a cada uno de ellos (aquí hay feedback). El carácter participativo de las sesiones siempre ha sido uno de los elementos más atractivos de éstas, por su carácter lúdico.


Tras ocho temporadas en el aire, se puede decir que "hablar de música" da para mucho. Según Márquez, "parece probado que cuando se habla de música se acaba hablando de todo: de política, amigos, amores, sexo, drogas, sociología, fútbol, literatura, religión, estructuras de poder, deseos de libertad, confabulaciones mediáticas, infancia, adolescencia, gastronomía, cotilleos, arte, literatura, moda, televisión y hasta de música". El controvertido filósofo Antonio Escohotado aprovechó que sonaba el "Wild Horses" de los Stones para contarnos algo de su experiencia ibicenca en los 70... Fernando Argenta (el de los "Clásicos Populares" de Radio Nacional) realizó una selección que incluía cosas tan dispares como la canción del Cola Cao, Paul Anka y Little Richard… Nacho Vegas, trovador rock de nuestros días, ensalzó las virtudes de su admirado Nick Drake a la guitarra… el periodista Santiago Alcanda nos descubrió su pasión por Dylan y Paco de Lucía. Sí, está claro que también se habla de música.





Calendario (1er trimestre Temporada 2008/2009)



El Chojín. Discofórum



Málaga, Sala Gades (4 de octubre de 2008, 20 horas)




Granada, Teatro Alhambra (4 de marzo de 2009, 21 horas)




Sabino Méndez. Discofórum


Málaga, Sala Gades (25 de octubre de 2008, 20 horas)



Jon Sistiaga. Discofórum



Málaga, Sala Gades (15 de noviembre de 2008, 20 horas)



Javier Corcobado. La Música Contada en concierto



Málaga, Teatro Cánovas (19 de noviembre de 2008, 21 horas)



Granada, Teatro Alhambra (14 de enero de 2009, 21 horas)



Sr. Chinarro. Discofórum



Málaga, Sala Gades (5 de diciembre de 2008, 20 horas)



Amancio Prada. La Música Contada en concierto



Granada, Teatro Alhambra (11 de diciembre de 2008, 21 horas)


Málaga, Teatro Cánovas (17 de diciembre de 2008, 21 horas)

Discofórum: entrada GRATUITA hasta completar el aforo. La Música Contada en concierto: 5 euros




La Música Contada® es marca registrada por Héctor Márquez para El Pez Doble S.L.



Es una producción de El Pez Doble S.L. bajo el auspicio de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.







Teatro Cánovas



Plaza de El Ejido 5, 29013 (Málaga)




Información y atención al público. 951 30 89 02



Horario de Taquilla



De lunes a viernes: de 10 a 14 horas, y de 17 a 20 horas



Sábados, domingos, festivos y días de actuación: 2 horas antes del inicio del espectáculo.



teatro.canovas@juntadeandalucia.es



www.teatrocanovas.es


Sala Gades



C/ Cerrojo (junto Iglesia Santo Domingo)

29007 (Málaga)



Información y atención al público. 951 30 89 02





Teatro Alhambra



C/ Molinos 56, 18009 (Granada)



Información y atención al público. 958 02 80 00



info.teatro.alhambra@juntadeandalucia.es



http://www.juntadeandalucia.es/cultura/teatroalhambra/





Teatro Central



C/ José de Gálvez s/n, Isla de la Cartuja

41092 (Sevilla)
Información y atención al público. 955 03 72 00


teatro.central@juntadeandalucia.es


http://www.juntadeandalucia.es/cultura/teatrocentral/




www.lamusicacontada.com



jueves, 16 de octubre de 2008

Echando de menos (Miranda cruza el charco)

Miranda dormida en casa

Escucho un blues –Bad Things de Jace Everett, tema de entrada de la serie True Blood, la nueva de Allan Ball para la HBO: vampiros integrados en el delta sureño de EEUU: rarezas, miedo, xenofobia, sexo y violencia- en el ordenador mientras espero que la inspiración de la escritura me arrebate. A ésta le sigue el disco de Elbow, The seldom kid seen. The bones of you, “tus huesitos” masomeno, me encanta. Grounds of divorce y On a day like this son estupendas pero me suenan a escuchadas, a himnos rocksinfónicos entre Coldplay, The Verve, Tindersticks, U2 y alguna del primer Moby. Ay, qué difícil que algo te suene nuevo. Por otra parte, si algo no te sonara a nada anteriormente escuchado, ¿serías capaz de reconocerlo? Vaya, molan, hacen buenas canciones. Hoy una buena canción es ésa a la que le pondrías seguro unas imágenes y te saldría un clip o una escena cojonuda en una peli de Wong Kar-Wai o Isabel Coixet. Ayer comencé por fin la novela nueva de mi compadre Jose (así, sin tilde en la e) Garriga, Pacífico -desde Muntaner 38, la mejor suya, a mi parecer- donde desdobla a sus personajes personales en dos hermanos y sigue con su forma sinuosa y onírica de que azares y necesidades se entremezclen y todas las cosas parezcan interconectadas: siempre tengo la sensación de que estoy viendo una película cuando leo sus novelas, una película en la línea de la espléndida y desasosegante Léolo. Ya acabé el ensayito Cine drogado de María Velasco, y seguí también con el libro de conversaciones con Woody Allen durante los retretes.


Jose Garriga y Blanca







No he parado en estas semanas de organizar los próximos eventos de mi empresa (http://www.elpezdoble.com/): talleres para jóvenes en pueblos de Málaga; conciertos sobre proyecciones de películas en la Seminci de Valladolid con Gary Lucas y Fibla+Árbol; sesiones de La Música Contada; asuntos de contratos; reuniones de trabajo; intentar que me paguen algo de lo hecho y sentir cómo la pasta, su ausencia, te va comiendo los talones; ver capítulos de las nuevas series que ahora me enganchan o las nuevas temporadas de las que ya seguía: Mad Men, True Blood, Heroes, Californication o House; preparar un libro sobre Jane Bowles y sus legado; podar un poco el jardín; intentar que la casa no se ensucie demasiado; contestar emails... O, en fin, seguirle los pasos a mi hijo Duende que lleva dos años caminando en el alambre y lo tengo ahora trabajando para mí mientras se prepara para una posible oportunidad en un estudio de diseño gráfico en Lucena, cuestión para la que tengo que armarme de paciencia infinita porque no se entera de nada, lo olvida todo, es un vago indomable y tiene la cabeza en dios sabe dónde entre su ombligo y sus miedos. Es muy lindo, guapísimo y tiene gran corazón, pero no tiene ni idea por dónde tirar.



Duende

Y, mientras, escribiendo guiones para el II Festival de cine Español de Tánger, casi un año después de que conociera a Miranda. La noria comenzó allí, en Tánger. Aunque allí no conocí a Miranda sino a una chica que me ayudó a cortar el cordón que me quedaba con historias anteriores: llamémosle María, un torbellino de mujer, rápida de mente y buena persona, atractiva y llena de energía; la vida de ella estaba llena de esas cosas que uno admira y algunas hasta le dan miedo y no haría nunca: conducir a 220 kms por hora en un descapotable, en fin, yo no he cogido un coche ni una moto en mi vida; tirarse en paracaídas; no dormir casi; no leer nunca; no parar quieta y tener la casa llena de maletas abiertas; huir; buscar; vivir a tope; arreglar ordenadores; trabajar como asistente personal, coach, que se dice ahora, de un entrenador de fútbol noruego viajar de un lado a otro…

Jose, Blanca y Juanma en Tánger 07


Con María, en una lavandería, como en Cosas que nunca te dije


Estaba hace casi un año aún asombrado con María –es difícil, que no te guste esa chica- cuando conocí a Miranda. Más bien me encontré con la Miranda que estaba delante de mí, dentro de aquella mujer que había visto en otras ocasiones en encuentros fugaces y a la que nunca llamé porque me producía una mezcla de atracción, cercanía y prevención. Pero si María me gustaba, Miranda Era. Tan normal y emocionante fue nuestro encuentro, la descarga energética tan nunca sentida con aquella intensidad y claridad que tuve que suturar con la distancia la existencia de María en mi vida. De María de y otras amigas con las que compartía afectos. Un viaje que habíamos organizado previamente con María y otros amigos a Estocolmo me sirvió para darme cuenta de que el amor no atiende a razones. Es o no es y cuando surge todas las aproximaciones afectivas se diluyen como un azucarillo. Para cuando me subía en el avión dándole una oportunidad a la posibilidad de que la química se hubiese puesto estupenda, -es lo bueno de tener cierto escepticismo, que te lleva hasta dudar de tus propias razones- ya sabía que sólo podía pensar en aquella chica extraña y cercanísima, tan atractiva como singular, tan dulce y tierna como animal y -luego fui comprobándolo- con un alma tan parecida a la mía, absolutamente conectada. Tras casi un año, hace ya varios meses que Miranda y yo vivimos juntos. Ambos hemos cambiado nuestras vidas con no poco esfuerzo y dolor dejados en el camino. Cada día que pasa es una confirmación de que ya nos había llegado la hora a ambos.




Miranda está en estos días en San Francisco y yo la echo de menos de una forma intensa y continua que pasa de a alegría y la emoción a la melancolía y la tristeza.

-Estamos conectados, amor. No dudes de eso ni un instante.



Miranda en Benijo, Tenerife

Se ha marchado durante 15 días, de los que ya ha consumido una semana, invitada por la familia de su amiga Yolanda para acompañar a ésta durante la extraña enfermedad de su pareja, Valentina. Miranda quiere mucho a Yolanda, es amiga suya desde la adolescencia. Y también adora a Valentina, una andrógina y bella mujer italiana llena de encanto, dulzura, magnetismo, fragilidad y secretos. Siempre quiso ir con ellas un tiempo, a ver si era cierta aquella tierra de oportunidades donde las mujeres como Miranda podían sentirse libres. Nunca imaginó que la primera vez que marchase para viajar sola por primera vez sería para apretarle la mano en un hospital a Valentina y acurrucar por las noches el insomnio y la ansiedad de Yolanda. Lo cierto es que Valentina mejora día a día. Dos días antes de aterrizar Miranda en EEUU Valentina llevaba un mes y medio de comas inducidos porque cada vez que la despertaban furiosos ataques epilépticos se apoderaban de ella. Ahora está comenzando a hablar, a masticar hielo. No recuerda nada de lo que le ha pasado recientemente. Yolanda y su madre no se despegan de su lado, junto con un ejército de amigas –la mayoría son chicas- muy especiales y singulares que protegen con amor y dedicación la salud de valentina. Entre ellas está Miranda, que ha descubierto que entiende y habla mejor inglés de lo que imaginaba.


Valentina


-Tu chica es una monstrua con el inglés. Estarías orgullosa de ella.

Y yo siento un orgullo que no me corresponde porque salvo el hecho de ver muchas películas en versión original con subtítulos y de decirle “absolutelly” cada dos por tres imitando el acento de Peter Krause en la serie A dos metros bajo tierra, lo que ella sepa decir en inglés es cosa absolutamente suya. Lo que ella haya hecho en este tiempo para salir de sus escondrijos interiores y soltar cadenas es mérito absolutamente suyo. Si acaso, yo sólo puedo alardear de amor. De intentar ser eso que Alice Miller llama "el testigo cómplice" cuando alguien hace un proceso de desnudamiento y de limpieza interiores. Debo decir que me resulta sencillo intentarlo al menos. No sólo amo a Miranda. Me gusta, la deseo, la admiro y la respeto muchísimo. Me interesa todo lo que sale de ella. Además, me encantan sus crónicas del viaje:




Miranda en Rodalquilar





"Mientras desayuno Y. regresa a casa. Como casi todos los días esta agotada. Le aconsejo que duerma un poco antes de volver de nuevo junto a V. Yo, mientras, me acerco al super a comprar nuez moscada, curry, un delicioso pan con aceitunas, agua y un par de calabacines, ingredientes para cocinar croquetas, una crema de calabacines y otra de calabaza. Es un día caluroso, la gente me saluda amablemente por el camino: no dejo de sorprenderme del buen rollo que se respira en todo momento en estas calles. Me cruzo con personas guapas y sonrientes constantemente. A veces me parece estar en un sueño, con esa atmósfera tan despejada y luminosa, esta serenidad. Es extraño, siempre espero que ocurra algo que rompa el equilibrio. No sé si sera mi prejuicio sobre Estados Unidos, aunque siempre me dijeron que san Francisco era diferente. Cuando regreso a casa Y. aún no se ha dormido. Le cuesta parar. La observo con detenimiento. Mientras decide descansar un rato por fin, yo cocino la masa de las croquetas y suspiro de felicidad acordándome de la conversación de esta mañana contigo".



Yolanda en Cabo de Gata. Verano 08


Sí, echo de menos a Miranda. Mucho. Y me gusta echarla de menos. Cada vez que nos escribimos por chat, por mail o que escucho su voz por el teléfono me entra una alegría tontorrona y pavilacia que me afirma cada día más si cabe en la única evidencia completa que he tenido en los últimos tiempos: esta mujer es mi único destino.

-Absollutelly.



Miranda y yo frente al espejo



Ahora me he puesto tierno. Mi lista de canciones se ha lanzado por Manhattan de Ella Fitzgerald y Sealed with a kiss, interpretada por Bobby Vinton. Esta noche soñé contigo, una vez más. Me tienes que contar el debate entre Obama y McCain, la noche en el hospital, cómo son los hospitales allí, cómo de duro es un tatami para dormir, cómo echas de menos nuestra cama , nuestrsos desayunos, nuestro sofá...


-Te lo estoy fotografiando todo. Quiero que lo veas con mis ojos.


En la pantalla del ordenador te he dejado sonriendo. Te echo de menos.

(Valentina, te esperamos pronto recuperada).


Valentina, Selva y Luna, La plata. Verano 08

martes, 30 de septiembre de 2008

El juego de la muerte


La conciencia de la muerte y el dolor se bañan en humor negro en el poemario de esta brillante poeta malagueña


Balance de Negros. Carmen López. Colección Puerta del Mar. 26 páginas.


Si un poeta, en tanto hacedor de artificios condensados que generan emociones y sinestesias, se calificase por su equilibrio entre originalidad y tradición, Carmen López (Málaga, 1970), sería una poeta con mayúsculas. Cada vez más habitual en antologías y congresos de poetas mujeres –sí, ya sabemos que poetisas queda monísimo, pero conozco a pocas poetas que le guste ese canesú tan evanescente para referirse a su vocación–, CL ha ido haciéndose un nombre de respeto desde la humildad personal y la singular orfebrería de su lírica formal. Su obra, iniciada en papel dentro de la estimable colección Monosabio del Ayuntamiento de Málaga con el libro Geografía del silencio (1999) y continuada por Mutis por el abismo (Muestra de poesía joven, Málaga, 2000) ha aparecido en antologías y en la Red (www.poesia-carmenlopez.com/ y www.otredadezelig.blogspot.com/) hasta la publicación de éste, su libro más aquilatado, compendio de sus temáticas y fórmulas poéticas. Balance de negros, con el que CL se suma a la vasta nómina de poetas que han publicado en la colección Puerta del Mar que la Diputación de Málaga creó al principiar los ochenta, es un volumen que distingue a la autora como una virguera que procura que las palabras vayan desflorando nuevos significados a su encuentro.
Temáticamente, esta licenciada en filología, diseñadora y profesora universitaria en Málaga, tiene casi un único motivo que atraviesa su obra: la muerte como evidencia constante, la muerte como compañera lúgubre que te recuerda en cada acto cuál es tu destino. Ni el amor, ni la belleza, ni Dios tienen en la poesía de Carmen López una voluntad redentora. Ella se obstina en recordar que un minuto más es un minuto menos y que todo lo que crece está obligado a la fosa común del eterno acabóse. Pero, como buena conocedora de la tradición, como lectora afín al lenguaje del barroco y sus epígonos, con Miguel Hernández a la cabeza (como ejemplo, titula uno de sus poemas, Arquitecto en lunas, homenaje al Perito el lunas del poeta de Orihuela), López, amante de las esdrújulas, se instala en un (h)uso cultista del lenguaje, en un espacio donde la condensación y el hermetismo conceptual, la sugerencia y el habilidoso manejo de los tropos la alejan de cualquier concesión a la autobiografía de línea clara y tan encantada de haberse conocido que mucho se ha practicado en los últimos años. No, López no perdona. No quiere que sus poemas se reciten como canciones para teenagers. Ella no habla de dolor buscando consuelo y lástima. Caros a su imaginería todos los motivos espectrales, románticos, vanitosos, e infernales, López parece apelar al lema que precedía el Infierno dantesco: “oh, vosotros que entráis, abandonad toda esperanza”. Sin embargo, CL sí plantea una salida para paliar el afán suicida que destila su conciencia doliente: el humor. Humor negrísimo, cierto. Pero humor que es una puerta de alivio en el existir y que nace, precisamente de su oficio poético. Los juegos de palabras, las paradojas, los oxímoron, las aliteraciones, las metáforas que Carmen L despliega como una hechicera de artificios poéticos humanizan su conciencia y modernizan a esta autora que une erebos y buffering desde una herencia surrealista que cifraba el hallazgo poético en el encuentro inesperado de conceptos de diferentes especies. López, brillante, nos habla del desasosiego, sí. Pero desde el juego y la evidencia de que sólo nos resta esa mueca burlona que puede helarse ahora mismo. Baste su poema Proteico para ilustrarnos: “Se ha vuelto proteico/ este dolor/ adopta tantos gestos/ como momentos del día/ a las tres se desmemoria/ a las cinco recuerda su trabajo/ a las siete con cemento recubre su labor/ a las nueve trasiega la concordia/ a las once se disfraza de palabras/ a la hora del sueño/ me deja macerando/ por si acaso recompongo la huida/ me sumerge al baño maría/ con pesas de dolor en los tobillos”. Y, ahora, es su turno, lector. Toca leerla como quien mastica una bola de opio.


(Publicado en la Revista de Libros Mercurio. nº 104)

domingo, 28 de septiembre de 2008

La Música Contada



Javier Corcobado


Este próximo sábado comenzamos la novena temporada -¡más que Los Soprano, oiga!- del ciclo que dirijo, La Música Contada ®, (http://www.lamusicacontada.com/), una suerte de discofórums por donde ha pasado de lo más variado de la música -y no música- española -y no sólo española- a los largo de casi 150 sesiones.

Gracias a esta idea que echamos a andar un grupo de amigos hace nueve años me he convertido en empresario -modestísimo, pero empresario al cabo- y he conocido en intimidad a gente que jamás hubiera soñado conocer, he corroborado lo difícil y gratificante que resulta llevar adelante una idea donde se implican presupuestos, difusión y participación del público y he hecho muchos amigos con ella. También enemigos, por supuesto, pero esos salen solos si te mueves un poquito y tampoco me quitan el sueño.

El caso es que este sábado volvemos a la carga con un discofórum con uno de los raperos más peculiares del panorama español, El Chojín (http://www.elchojin.net/), acuñador del término que usa para sí mismo de "rap en postivo". Esto será en la sala Gades de Málaga (C/Cerrojo, s.n., Conservatorio de Danza de Málaga) y, como siempre, gratis, a partir de las 20 horas. Estais todos invitados. A los que ya conozcáis el ciclo, os alegrará saber que hemos vuelto a la carga. A los que no, será una buena manera de conocer un nuevo pasadizo de la música popular de la voz de este grandísimo MC y comunicador. El público puede -y debería- participar. Aseguro disfrute para los fans y aprendizaje a los neófitos. Y, siempre, buen ambiente. Lo auspicia la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía que paga las sesiones y pone los teatros para celebrarlo. Sin ella no habría paraíso.





El Chojin


Como todos los años, editamos un programa para la ocasión. En él, además de poner biografías de los invitados que vienen a poner y hablar o cantar las canciones que más le han marcado en su vida (este trimestre serán El Chojín, Sabino Méndez, Jon Sistiaga, Javier Corcobado, Sr. Chinarro y Amancio Prada) suelo escribir un texto como director del ciclo y de esta marca registrada -sí, amigos, la tuve que registrar y no vale barato evitar que te roben las ideas o los formatos- y como no tengo ganas de estar escribiendo de nuevo lo que ya he escrito pues cutypasto y ya.



(En http://flickr.com/photos/lamusicacontada/, estamos subiendo fotos de los invitados de este año y de sesiones pasadas. En la web también hay muchas, por si alguien tiene interés)




El periodista Jon Sistiaga

Nueve años después


La primera vez que escribí, hace ya nueve años, sobre qué era esto de La Música Contada ®, conté cómo las canciones eran la mejor manera de jalonar el camino de nuestros recuerdos y gustos. Es decir, quiénes hemos sido y en qué nos hemos ido convirtiendo con el paso del tiempo. Y, hablando de canciones, hablé de viejos amigos y amores frustrados, de celebraciones, exaltaciones y melancolías. Y convoqué por su nombre a personas perdidas y que, desde aquel momento, fueron apareciendo para quedarse, volverse a marchar o simplemente, decirte que siempre habían estado allí. Me han preguntado muchas veces por qué no he querido contar mi música en el ciclo que inventé para ello. Simplemente, confieso, porque eso es algo que, a nivel privado, he hecho miles de veces. Sabiendo del valor terapéutico que encierra, he preferido que sean otros, los que tienen cosas que contar y saben cómo porque su vida son las canciones, los que lo hagan para mí y los demás. La respuesta del público que ha asistido a las más de 140 sesiones que hemos hecho de LMC ha sido el mejor refrendo. El mejor asidero emocional también. Escuchar las palabras de quienes por ir a las sesiones te transmitían felicidad y ánimo compensaba las veces que has querido tirar la toalla porque un duelo emocional o una dificultad económica te atrapaba. Era como si te sintieras responsable de una familia putativa que había ido creciendo sesión a sesión y necesitaras alimentarla con nuevas y viejas historias, con viejas y nuevas canciones de siempre y entonces.


Todo se explica fácilmente cuando creamos ritos colectivos: sentarse a celebrar la existencia compartiendo alimentos; jurarse amor y lealtad delante de testigos; simular que somos otros para contar qué sufrimientos y deseos nos mueven a todos; exaltarse en estadios cuando unos pocos conquistan un más rápido, más lejos, más fuerte; dolerse con la transformación en materia y energía diferentes de seres semejantes a nosotros… O, en fin, contar las historias de siempre en intimidad para aprender de ellas. O inventar un código basado en sonidos y ritmos que, al combinarse, son capaces de despertar en nosotros extrañas e intensas emociones y actuar como referencias en nuestra memoria. Esto último, contar historias y crear música es una de las cosas más remotas que los hombres son capaces de hacer.



Antonio Luque: Peter Parker tras el Sr. Chinarro


Y este rito tan añejo es lo que llevamos haciendo desde hace nueve años en La Música Contada ®. Naturalmente, que tras este ciclo se esconden afanes pedagógicos y la voluntad de que se reconozca el valor de las canciones en un lugar similar al que tienen los cuentos con firma. Y cierta intención de que la angustia que a veces nos produce el saber que el tiempo mata mientras avanza se alivie durante unas horas celebrando que aún están ahí las notas y las palabras que hacen posibles a las canciones. Hemos querido crear una zona de aprendizaje donde no hubiese examen ni jerarquía; donde el invitado no fuese un dios por ser famoso, admirado o admirable. Sino un semejante cercano y frágil en la medida que se exponía a contar sus emociones y quebranzas, a desnudarse simbólicamente delante de los demás sin obtener más diploma que el aplauso. La intención de que la velocidad histérica de nuestros tiempos no se trague la necesidad que los humanos tenemos de la pausa y la escucha, ha sido también fundamental a la hora de cocinar este ciclo. Y, asimismo, lo confieso, la voluntad de que mi eclecticismo estético, se alimentase con la creación de una Casa Común Mutante donde nadie tuviera que afiliarse a ninguna estética e ideario excluyente. Eso, claro sin olvidar la idea fundamental: permitir un encuentro cercano con personas que tuviesen cosas que decir, recordar, contar y cantar y a los que su trabajo y trayectoria les avalan como ejemplos de todo lo que antes he tratado de explicar.





En fin, ya estamos aquí con nuevos invitados. Escucharemos a maduros troveros de lo exquisito; a valientes poetas del ruido y el melodrama; a rimadores mestizos del mundo hostil con conciencia de especie; a excelsos guitarristas que son a su vez afilados narradores y saben distanciarse de ambas condiciones; a aventureros cronistas en los lugares donde las bombas arrasan a los inocentes o a poetas del absurdo existencial enmascarados bajo el nombre de un secundario de años infantiles: Amancio, Javier, Domingo, Sabino, Jon o Antonio, todos ellos y los que seguirán viniendo hasta junio, volverán a hacer lo mismo: contarse y contarnos a través de melodías propias o ajenas, confesarse con la voz prestada o prestar sus voces para cantar confesiones universales.


Como siempre que pienso en este viaje, sólo me entran ganas de decir gracias y perdón. Perdón por lo que haya hecho o dejado de hacer para que permitir esta travesía y gracias por contribuir a que siga siendo posible nueve años después. Más de un ciclo vital de un ser humano después. Después de que las industrias discográficas estén a punto de quebrar y se hayan transformado en ceniza personas queridas. Después de que myspace sea tan necesario como el dni. Después de que tus ídolos antiguos sigan cantando, ya con arrugas en la voz, lo que fue un día un himno de la explosión juvenil. Hoy, nueve años después, ciento cuarenta y cinco invitados después, setenta mil asistentes después, decenas de amigos y amores después, seguimos queriendo reunirnos junto al fuego de las palabras, en el corazón donde las canciones nos siguen celebrando. Seáis bienvenidos, como siempre, una y otra vez.

Sabino Méndez, después de Loquillo

martes, 23 de septiembre de 2008

¡El sidetour a las puertas de casa!


Lo confieso: aún estoy temblando. Llevo catorce minutos haciendo volteretas hacia atrás con una doble carpa sukajara porque Miranda y yo hemos sido tocados con la varita de los dioses. Sé que con este post despertaré las envidias de todo el orbe telemático y que muchos hablarán de retoques y photoshop y no les valdrá este documento gráfico, en mi humilde opinión, el más impresionante desde el desnudo del conde Lecquio, ése si retocado con photoshop. Pero así son las cosas. A joderse tocan. Sí, amigos, es rigurosamente cierto. ¡El sidetour ha llegado a las puertas de casa!



Eran apenas las ocho de la tarde y transcurrían apacibles y lentas las horas tras el intenso día de lluvia cuando sonó el portero automático:

-glbblsgllssrinngglb.

"¿Quién será?, nos preguntamos Miranda y yo con las cejas fruncidas. Bajamos a abrir al puerta y ¡estaban allí! Bruno y Albano, embutidos en psicodélicos trajes empapados a lomos del impresionante sidecar que les está llevando por inciertas y serpenteantes carreteras españolas. Bruno y Albano repartiendo abrazos y sonrisas. Húmedos y cansados, pero sin perder la compostura. Cercanos y amigables como si te conocieran desde siempre. Así son ellos, espontáneos. Sin que su condición de estrellas de la ruta les afecte en su bonhomía. Desde Arturo y Lancelot y Pajares y Esteso no se había visto tamaña apostura. En la puerta de casa. Aquí, en calle Ancla.





Han bebido dos vasos de agua y han usado nuestros váteres. Sí, amigos, Bruno y Albano, Albano y Bruno, cronista y abogado, abogado y cronista, conductor y copiloto, copiloto y conductor, han dejado gotitas de ácido úrico alrededor de nuestro inodoro. Pero lo más grande es que han usado nuestros secadores. Porque, amigos, el sidetour no para aunque llueve y diluvie, como así les ha sucedido durante la etapa de hoy, Cabo de Gata-Torremolinos, que han cubierto con ingenio y bolsas de plástico, hasta que los cielos, apiadados, se han abierto para dejarle el camino expedito en su entrada triunfal a Torremolinos, cuna e inspiración dabadabadá de cualquier españñol que se precie. Así, españñol, con dos eñes virguladas como los cojones de Babieca.

Secando los calcetines mojados por la batalla. Aquella cocina olía a... victoria.


Con sólo 30 minutos de repostaje -así son los héroes de la carretera: llegan, traen su alegría, historias y canciones, nos dan caramelos y se marchan de nuevo hasta perderse en el horizonte- todo ha cambiado en nuestra apacible jornada vespertina. (Bueno, todo, no, que Telefónica sigue sin arreglar el acceso al correo web, aunque, eso sí, ya han informado que a las seis de la tarde los técnicos se han dado cuenta del problema que teníamos los usuarios desde las siete de la mañana: vosotros sí que sois la sal de la tierra). Varias personas se han parado en la puerta asombrados por la majestuosidad del sidecar. Un vecino argentino preguntó: "¿y no llevás tracción en la rueda lateral o es sólo de arrastre? ¡Es bárbaro!". Varios chicos en bicicletas, como salidos de verano azul -no, ésos no eran de La Cala del Moral, que se conocen por sus nucas rapadas y la camiseta al cinto, eran más estilo Nerja, sonrientes y pijines como los discípulos de Chanquete- frenaron sus bicis cantarinas y con la boca abierta dijeron:


-Ay, va. ¡Qué chulo! ¡Son los del sidetour!



Y era cosa de ver la sonrisa complaciente de Bruno, mascullando "estos muchachos..." mientras sonaban de fondo canciones de los payasos de la tele. Después de los abrazos y las historias junto al fuego, las lágrimas y las promesas de que para la próxima edición se elegirá una Miss Sidetour durante el recorrido, y se hará un casting de Siderettes con hermosas chicas sin piernas -o, mejor, con el tren inferior obsoleto- para posar ligeras de ropa en un calendario sideturiano, han acabado de secar sus ropas empapadas, se han calzado los botos y han emprendido la marcha no sin antes regalarnos unos ricos caramelos de sabores, los aciditos, para que la despedida fuese menos amarga.





Mientras agitando sus manos, doblaban la esquina envueltos en un sonido de trueno, Miranda y yo nos miramos profundamente como en un hondo suspiro.

-¿Sabes? Nunca olvidaré este día.

-Son grandes, mi amor. Muy grandes.
-Mucho... Pero el váter lo limpias tú, que el Bruno se ha meado fuera.




Escorpiones







Esta noche he soñado con un escorpión. Pasaban muchas cosas durante el sueño, pero se me han quedado grabadas las imágenes del pequeño y hermoso escorpión negro y amarillo. Mi madre, que era de ese signo zodiacal, y no le gustaban los insectos, me aconsejaba en el sueño cómo no tenerle miedo. Mamá murió hace seis años ya. Cuando la veo en sueños suele ser un buen augurio. En el sueño, el escorpión, que al principio parecía amenazante, fue, poco a poco, transformándose en un respetable y pequeño animalito. Cada vez que aparecía me parecía más cercano. Tengo grabadas esas imágenes del escorpión andando sobre un cartón que estaba a su vez cubierto por un papel de seda rojo. Era fascinante ver su silueta bajo el papel de seda. Recuerdo que llegó a romper el papel y se escapó. Al final del sueño apareció de nuevo en el suelo. Más grande que al principio. Ya no le tenía miedo, sólo respeto. ¿Un aviso de algo? Quizá.


De niño coleccionaba insectos -bueno, coleccionaba casi de todo lo que caía en mis manos o se escondía en lugares ocultos- y siempre andaba con tarros de bichos llenos de perfume caducado de la perfumería de mis abuelos sobre la que vivía. Era una manera barata y bastante peculiar de sustituir el formol que mis padres no me dejaban comprar o de no gastar el alcohol del botiquín en disecar bichos. Los insectos siempre me han atraído de la misma manera que me daban miedo. Hay que respetar a estos seres diminutos y acorazados, voladores o subterráneos que llevan viviendo en el planeta mucho antes que nosotros. Coleccionar insectos es una manera simbólica de hacerse cazador sin tener que empuñar rifles. Un tarro de cristal, una buena jeringa, formol o sus sustitutivos, y unas cajas con fondo de porexpan son una forma barata de mostrar el resultado de tus microsafaris sin exterminar a especies protegidas, aunque, claro está, había que matar.


Aunque mis preferidos siempre han sido los coleópteros, lo cierto es que éstos siempre me resultaron amigables. No así las arañas, las escolopendras y los escorpiones -menos aún los himenópteros y los dípteros, esto es abejas, avispas, moscas y mosquitos y todos sus primos- cuya presencia venenosa y a veces mortal me hacían temblar ante la posibilidad de encontrarme cada vez que levantaba una piedra con uno de estos depredadores fabulosos. Yo le tenía miedo a estos seres tan antediluvianos y rapidísimos.



Dicen los sabios que la única manera de intentar ser feliz, de crecer, es ir superando tus miedos, colocándolos en la justa medida de su razón. Aunque cagón de niño, siempre me enfrenté con variadas estrategias a la parálisis que te provocaban. Temblando y con el corazón latiendo sin descanso me fui enfrentando uno a uno a los terribles bichitos y los fui incrporando a mis cajas de trofeos disecados.




Tenía una caja especial donde guardaba a los venenosos, mis minúsculos tigres de Bengala, mis diminutos rinocerontes blancos. Era una caja de pañuelos también reciclada de las basuras de la perfumería de mi abuela. Charín, se llamaban mi abuela y la perfumería. Hoy, ninguna de las dos existe. Pues bien, en aquella caja de pañuelos con tapa de plástico transparente lucían orgullosamente mis mejores ejemplares. No sólo por lo peligrosos y hermosos, sino por la historia de cacería que cada cual encerraba: la escolopendra que me sacó virutillas finas de la uña intentando clavarme sus aguijones traseros mientras yo le hundía la inyección letal; el escarabajo gigantesco cuyo vientre hacía ruidos como las chicharras y yo interpretaba como gritos semihumanos, aquel avispón que atrapé en el aire con el tarro de cristal cuando se dirigía amenazadoramente a mi rostro; la tarántula que le picó a Lorente Ventura y le dio una enorme fiebre; aquella araña blanca, de vientre casi cerúleo que jamás había visto... Y el escorpión pardo que cogí cerca del Monte Coronado y que me resultó tan fácil de cazar que me inventé la historia de que estuvo a punto de clavarme el aguijón. No era de recibo que el gran predador, el mayor trofeo de la colección se hubiese entregado tan mansamente.


Desde muy niño fui para mi familia tan agotador como celebrado. Según mamá, "siempre estaba inventando", una expresión que decía entre resignada y lamentosa, como quien pensaba que estaba muy bien que le hubiera salido listo y curioso, pero por qué no paraba quieto o me decidía sólo por los sellos, como los niños aplicados, o mantenía un orden cartesiano entre mis cosas, en vez de aquella pulsión de crear montones, zulos o "níos" en cada rinconcillo. Hay que reconocerlo, porque mucho no he cambiado: soy un poco Diógenes y acumulo más cosas de las que necesito o sé darles salida. la edad sólo ha templado las ansias y ha permitido interiorizar a mi propia madre pidiendo al cielo que el el niño se calmara un poco.



Lo cierto es que yo jamás vi a mi madre tan cabreada como cuando estuvo a punto de darle un infarto por culpa de mi caja favorita, la del escorpión, el abejorro, la mantis, la escolopendra, la tarántula y demás terribles animalitos. Un día, al llegar del colegio al mediodía -hablo de 10 años- vi que mi caja había desaparecido de encima del mueble-cama donde dormía. Entre preocupado e indignado, inquirí a mi madre, que no tardó ni medio segundo en meterme mi indignación en los morros: mi colección era desde esa mañana y ya para siempre, pasto de basureros, lamierdaelniñocoñoquemeibasamatarmalaspuñalasteden.




-¿Tienes idea del bote que he pegado cuando levantado el pijama y he visto debajo ese pedazo de escorpión?

-Pero si están disecados. ¿Tú sabes lo que me ha costado conseguirlos?

-¡Me importa un pepino, niño! Eso, si cuidaras mejor tus cosas y las guardaras siempre en su sitio (1) no habría pasado. Y no quiero seguir discutiendo. Y como entre una mierdabisho más en esta casa, se encarga tu padre. Te quedas con las mariposas y punto. Será joío el niño...

Asunto zanjado. Mi madre, realmente era un chollo, y este episodio fue una raya en el agua. Pero la ira de mi padre era mucho peor que las temidas picaduras simultáneas de escolopendra y alacrán. Él primero gritaba, inmediatamente pegaba y luego preguntaba si había algún problema metiéndote la cara amenazante en la tuya. Mascullaría yo algo, seguro, que callarme a mí es cosa difícil, y me iría al patinillo a llorar con rabia por el alacrán perdido. Mi rebeldía innata me llevó a domesticar a una lagartija sin título y un escarabajo -al que llamé little beatle en un alarde políglota- que me duraron vivos cerca de un mes, hasta que el padre Mayo me los quitó y arrojó lejos de mi alcance el día de la foto para la revista del colegio. El buen padre agustino que solía ser afable y bastante lamioso, no vio procedente que yo posara con las manos abiertas y una mascota en cada mano, mostrando orgulloso al mundo que lo mío con los bichos era una vocación muy profunda. ¿No enseñó Jesucristo las llagas de sus manos en escorzo similar al mío? ¿No eran bichos éstos, tan bíblicos como Moisés, que estuvieron en el Arca? ¿No son todas las criaturas del señor? ¿No era el propio padre Mayo, que daba Ciencias, principal impulsor de nuestra dormida vocación naturalista? ¿Por qué esa saña para con Little Beatle y la lagartija? ¿No sería mejor que su mano izquierda supiera un poco lo que hacía la derecha, para variar? Ay, tantas preguntas sin respuesta ahogándome el pecho...

Mi cara amargada en la foto de 5º, justo después de que me tiraran los bichos es la prueba número 1 de esta declaración. Ya nunca nada volvió a ser lo mismo y, poco a poco, fui dejando la afición entomológica por el deporte olímpico y las carreras de chapas, para las que llegué a construir un circuito de madera. Pero eso es otra historia.



Esta noche, al reencontrarme en sueños con mamá y un escorpión, he vuelto a recordar todo aquello. Al despertar Miranda, le dije:
-He soñado con un escorpión.
-¿Sabes qué significa?
-No. Sé cómo me siento. No tengo miedo.
Más tarde he buscado en mis libros y en internet. Soñar con escorpiones... Casi todos lo asocian a traiciones. Alguien te ha traicionado o va a hacerlo. Miedo a ser traicionado. Cualquiera sabe. Lo cierto es que a mí me ha dejado muy tranquilo.



(1): Sobre su sitio, y la localización exacta de este lugar arquetípico sería menester un ciclo entero de posts sobre la diferencia de percepciones entre padres y vástagos. No me atrevo a hablar de género, vaya, vayamos a pollas o miembras. Valga, cuando menos, este pequeño axioma. Su sitio, para mamá es siempre allá donde no se vea lo que tanto te gusta. En cambio, para tí, susitio -démosle ya categoría sustantiva- es el lugar más cercano a tu masa corporal. Si el sujeto infantil es de extrema movilidad, susitio se desplaza Es, pues, lógico el confilcto. No hay como acabar siendo padre para ampliar la perspectiva. ¿Y los insectos? Bueno, saco pecho cada vez que aparece una cucaracha y las chicas gritan. Entonces saco de mí al cazador que habita en mi interior. Ellas, lo juro, tras las convulsiones y la sinfonía gutural, te miran arrobadas. "¿Pero cómo puedes ser tan valiente?", dicen. "Es que he tardado, pero al fin he encontrado mi sitio". Te cagas...