miércoles, 5 de marzo de 2008

Historias de mujeres (1)

Bruno G. me cuenta en Madrid la historia de una mujer, una periodista -no recuerdo el nombre, no importa, llamémosle Margarita- que incluyo rápidamente en mi carpeta interior de historias que me conmueven. La describe como una mujer madura, muy buena en su trabajo, muy certera y poco amiga de estupideces. Sufre, desde hace muchos años, una extraña clase de ceguera y viaja -creo recordar- con su marido para realizar sus reportajes por el mundo. Esa ceguera consiste en que te permite ver nítidamente durante dos momentos del día: el amanecer y el atardecer. Apenas una hora en cada uno de ellos de manera que cada día experimentas en dos ocasiones el éxtasis pleno y su futilidad, su acabamiento. Haga lo que haga, esté en cualquier parte del mundo donde esté, su vida tiene esos dos momentos ineludibles como ancla y referente: el nacimiento de la luz y su devanecimiento. Y nunca hace nada en esas dos horas de luz salvo ver.


Y pienso, escuchando a Bruno que esta mujer, llamémosle Margarita, recibe de la vida iluminada lo mejor de ella, la explosión de los colores, su voluptuosa metamorfosis desperezándose o marchándose. Pienso en Margarita y su paradójica suerte que le permite entender, merced a esta extraña enfermedad casi mitológica, la existencia y el tiempo y el enorme valor del presente continuo, sin tener que asistir al momento de melancolía del resto del día. Pienso en esas personas que ven cosas que el resto jamás creeríamos, gracias a sus limitaciones aparentes. Como ese atleta que corre más rápido que ningún otro los cuatrocientos metros lisos merced a las prótesis combadas de fibra de carbono que sustituyen a su falta de piernas. Nadie le pregunta a una semiciega qué es lo que ve; quiero decir, nadie la elige como autoridad en visión, como impiden al atleta teóricamente impedido competir con los atletas completos y sanos, aunque sea más veloz que ellos. Pero lo cierto es que ella, llamémosle Margarita, se dedica a contar, a describir con palabras escritas lo que ve cuando no ve porque ya ha visto todo lo que necesita: el principio y el fin y la fugacidad del instante. Recuerdo ahora esa canción que Björk cantaba en el peculiar musical de Lars Von Trier, Dancer in the dark, porque creo que describe lo que pretendo sugerir. Traduzco y versioneo:


(I've seen it all)


Ya lo he visto todo

Ya lo he visto todo,
ya he visto los sauces del cielo llorar,
y he visto a mi tierra recobrar la paz.
He visto a un amigo matar a otro amigo,
y vidas enteras perdidas sin más.
Ya vi lo que fui
-sé lo que seré-
lo he visto ya todo,
y no hay más que ver.

Tú lo has visto todo.
Todo lo que has visto
puedes revisarlo en tu pantallita.
Las luces y sombras,
lo enorme y lo chico
recuérdalos bien: no más necesitas.
Si viste quién fuiste, sabes qué serás,
ya lo has visto todo, no hace falta más.

martes, 4 de marzo de 2008

Debattin' catch: El definitivo






Si no hubiera estado antes allí, no sabría qué decir. Pero yo he formado antes parte de ese circo, los he visto construir sus estrategias, fabricar al Frankenstein de cada equipo. Sigues atónito la pantomima, escuchas luego cómo repiten sus ecos una y otra vez los encargados de construir esa metarrealidad donde todos pertenecen a alguien, están ahí por alguien y son parte de la escala trófica de este Matrix que dice ser la realidad política. Y allí, los figurantes, los moderadores, los opinadores, los ecuánimes, los expertos, los periodistas, los representantes, los politólogos, los columnistas, reclamando ser en la medida que están ahí, como los demás, diciendo que su emperador sí que es quien lleva el traje más hermoso. Lo cierto es que ambos andan desnudos en su similitud Emidio Tucci. Y ambos lo saben.
Pero lo que importa no es que ellos lo sepan. Lo que importa es pensar si hay alguien que aún no lo sepa. ¿Puede ver alguien un combate sin estar de parte de alguien? Creo que sí. Pero de esa manera nunca ganas ni pierdes. De esa forma estarías viendo porno sin implicarte, y eso genera un gran desinterés. Porque de eso se trata. Aceptar que no pierdes ni ganas nada, que sólo contemplas a dos muy malos actores jugando a ser duros rivales, cuando ellos son los primeros que saben y asumen que es todo una gran farsa, una misa con reverendos gesticulantes, una representación engolada para burgueses donde la dama joven tiene 67 años y el galán gasta dentadura postiza, un eventomedia, la mediamaquia.
A ninguno le va a faltar de comer mañana. Van a seguir ahí. Elegidos por los suyos y los que mueven los hilos detrás de los suyos para ser el foco de loores semejantes o iras ajenas a cambio de notoriedad y puertas abiertas para siempre. Y los suyos, los que están detrás de los suyos seguirán comprando asesores de imagen y gastando saliva en pizarrines de colores. Contratando luego encuestas y viendo repetidas en todas las televisiones las mismas palabras y ocurrencias por los mismos adeptos. Ganó el mío, por goleada. No el mío destrozó al tuyo. Ví al tuyo crispado. El mío hizo más propuestas. Miente, engaña, falta a la verdad. Falso. Usted. No usted. No, usted. Usted dijo. No dijo usted. Gracias, señor R. Mire señor Z. Buenasnochesbuenasuerte. Tengoalaniñaenlacabeza. Y citan a sus voceros. Muestran sus hojillas de propaganda. Y se acusan uno al otro de realidad. De falta de realidad.
Y ponen cara de malos actores, porque son malos actores. Ya se vio en EEUU: Reagan, Shwarzernegger, Chuck Norris, mediocres actores de un solo registro a los que no se les resiste el trono (un trono virtual, claro está). Ya se ve en Francia. Sarkozy nos recuerda a ese actor, con cara triste... sí hombre, lo tengo en la punta de la lengua. Para recordarse y perpetuarse contrata a la chica y juegan a la escenificación del amor. No, si da igual que se lo crean o no. El cerebro se activa en las mismas zonas cuando se vive el amor o cuando se ve a otros experimentarlo.
Ahora nuestros malos actores se miden la credibilidad, como quien pone los dedos para decir cómo la tiene de larga. Luego la contundencia. Luego, la agresividad. ¡Qué gorda que tienes la agresividad, cariño...! Y cuando tienen algo indefinido, o no tienen, o gastan ese no se qué que se queda balbuciendo le ponen palabro. Menudo talante que has echado, hijo mío, te queda que te cagas. Y primero, los expertos elegidos por los propios asesores. Y luego, los periodistas, trabajando para cada candidato. Y, por fin, los humoristas, también trabajando para cada medio que trabaja para cada candidato para luego pasarle la factura (¿te manipulo una mijita y luego me das el fútbol? ¿te crispo a saco y luego me das las licencias de construir Matrix?) casi los únicos que tienen patente para aliviarnos el estreñimiento permitiéndonos la chanza, la parodia, el sarcasmo, la burla, pero que necesitan de ellos, de los candidatos, para tener algo con lo que justificar poder ponerse el traje de payaso cada noche.
Y así, cuando el humorista cierra la noche (apasionante, intensa, tensa... taaaan repetida, tanto share vida mía) haciendo chistes de los candidatos y completando todo el ciclo de digestión, soltamos la cagada final y nos podemos ir a la cama. Y nosotros riéndonos de esas caras infames, como compradas en una tienda de artículos de broma. Así sentimos alivio y nos olvidamos de la manipulación, de la farsa, de la construcción de la realidad, de Matrix, de que nunca dirán nada cierto. Ah, esas caras de actores de tercera, tan parecidas a las nuestras en las bodas.
Y es todo tan descarado que te entran ganas de proponer que el próximo debate lo comente Héctor del Mar como hace en las las paródicas peleas de pressin' catch. Al menos ahí te diviertes con la representación de la mentira. No tienes que hacer una digestión tan larga y costosa. Todos juegan a que se pegan, nadie suelta una galleta. Se necesitan. Nadie se lleva a engaño. Salvo, quizá, los niños en la primera vez que ven a esas moles darse falsos puñetazos y, una vez advierten que era un truco, aplauden a sus magos por su habilidad. Son esos mismos niños que no dudan ni un segundo en la mentira de los actores del debattin' catch. Papá ¿esos tíos tan feos quiénes son? O mi adolescente, sin inmutarse. ¿Quién va ganando? Mi pregunta: ¿pero esto también lo estoy pagando yo? Sí, claro. Y no puedes parar de mirarlo.





Por fin, un sms me devuelve a la realidad. "¿Estás todavía despierto? No puedo dormir. ¿Me cuentas un cuento?" Tenía pesadillas, decía. La niña, que no se le va de la cabeza.

domingo, 2 de marzo de 2008

Canciones para saber del amor y sus pérdidas 1.


Alpha. Sometime later.

Tuxedomoon. In the manner of speaking.

Franco Battiato. La estación de los amores & El animal.

Leo Ferré. Avec le temps.

Facto delafé y las flores azules. Enero en la playa & Mar el poder del mar.

Nick Drake. Place to be & One of these first things.

Tom Waits. Downtown train.

Jacques Brel. Ne me quitte pas.


(Copio traducción de Realice de Avec le temps en en http://ciberanika.mundoforo.com/avec-le-temps-de-leo-ferre-vt1928.html)


CON EL TIEMPO

Con el tiempo

con el tiempo todo desaparece

se olvida el rostro y se olvida la voz.

El corazón, cuando sigue latiendo,

no es por la pena de ir a buscar más lejos,

hay que dejarle hacer y está muy bien.

Con el tiempo con el tiempo todo desaparece

el otro a quien adorábamos, a quien buscábamos bajo la lluvia

el otro a quien adivinábamos

en el desvío de una mirada

entre las palabras, entre líneas

y bajo la máscara de una promesa maquillada que agoniza

Con el tiempo todo se desvanece.


Con el tiempo

con el tiempo todo desaparece

incluso los recuerdos más bonitos,

tú pones buena cara a la galería,

yo rebusco en los destellos de la muerte

el atardecer del sábado,

cuando la ternura muere a solas.


Con el tiempo

con el tiempo todo desaparece

el otro a quien creíamos por cualquier cosa,

por nada,

el otro a quien dábamos el viento y las joyas,

por quien habríamos vendido el alma por cuatro perras,

ante quien nos arrastrábamos como se arrastran los perros,

con el tiempo, todo está bien.


Con el tiempo

con el tiempo todo desaparece

se olvidan las pasiones

y se olvidan las voces que nos decían bajito esas tonterías:

no vuelvas tarde, sobre todo no cojas frío.


Con el tiempo

con el tiempo todo desaparece

y nos sentimos encanecidos como un caballo rendido

y nos sentimos helados en un lecho de azar

y nos sentimos más solos, quizá,

pero liberados

y nos sentimos estafados por los años perdidos

entonces, verdaderamente,

con el tiempo se deja de amar.