
Recopilación de artículos del periodista francés alrededor de curiosidades sexuales que aúna humor y rigor científico
Con los temas de sexo siempre solemos andar de puntillas, con lo difícil que es fornicar así, salvo para los del Circo del Sol. Cuando en el sexo solemos usar palabras éstas tienen el doble peligro de exiliarnos la libido para siempre cuando las usamos con propiedad y exactitud académica o de encendernos la mecha cuando tiramos de las excluidas o más zafias del diccionario. Esto es, hablar de lo prohibido exige tener un doble diccionario a punto y la atención puesta en las mejillas encendidas del otro. No: el monólogo, la gaya ciencia o la chispeante ocurrencia no son maneras útiles de hablar del sexo en su transcurso. Sin embargo, bien elegidos el tono y las ocasiones, pueden ser excelentes vías para abrirnos las picardías y el apetito. Édouard Launet es un periodista científico francés que lleva años escribiendo en Liberàtion, entre otras cosas, unas fantásticas columnas llenas de palabras y datos científicos sobre sexo. Como buen divulgador y conocedor de la ciencia, conoce todos los truquitos del enseñar deleitando. Más bien sonriendo y haciendo sonreír. Sabe bien que todas las cosas son susceptibles de ser nombradas de varias maneras y que él no es ninguna autoridad en lo de enseñar posturas coitales o trucos de SIMCA 1000.

Launet siempre habla de estudios científicos publicados en revistas que nadie en su sano juicio cogería con una sola mano en la intimidad del retrete. Habla de tantos por ciento, de prácticas extravagantes medidas en laboratorios y de extraños experimentos que la ciencia hace para medir cosas como la intensidad del orgasmo en varones y hembras, la frecuencia de la masturbación en edades provectas o las tendencias homosexuales entre los pingüinos. Con todo eso hablado a través de 50 columnas, Launet ha reunido materia para culminar un libro fresco, dinámico, divertido, facilísimo de leer y lleno de curiosas revelaciones. Sex Machine (la ciencia explora la sexualidad) -¡gueropa para guripas!-, publicado en España por Alba en su colección Freak es, también, un buen manual de preseducción para adictos al dato y a la anécdota porque en su capacidad de hacernos sonreír abre una de las primeras puertas del contacto. Ya sabemos que si tu presa sexual ríe o te sonríe con deleite tenemos una oportunidad de que las glándulas mamarias acaben transformándose en qué-tetas-más-ricas-tienes. Launet, sin dejar de levantar la ceja al hablar de estudios que muchas veces deben someterse a la poca fiabilidad de las confesiones del sujeto estudiado -¿quién dice la verdad de lo que folla y cómo lo hace?- se pregunta y responde a cómo sería un coito en gravedad cero. E incluso revela que el amor y el deseo pueden medirse algebraicamente. O cómo los jóvenes yanquis creen que –ay, la sombra de Clinton– las prácticas de sexo oral o anal no son sexo en estado puro sino una suerte de ejercicios preparatorios para la coyunda clásica. No es de extrañar que los americanos se encojan de hombros con cara de “¿quién? ¿yo?” cuando se les dice lo mucho que le dan por culo a los demás.
Se ríe el autor junto a nosotros durante cada artículo de la tremenda importancia que se le concede al sexo y a la nunca bien ponderada manía íntima de sufrir por no saber nunca qué lugar ocupamos en la escala de los amantes rivales que en el mundo han sido, son y serán. ¿Huelen mal mis pudendicias? ¿Excreto con abundancia? ¿Me amaino en exceso solo? ¿Cuánto es pollón y cuánto mi cosita? ¿Te pongo cuando me miras o miras cuando me pongo? ¿Soy guarra si grito mucho? ¿Si ella expande mi orificio estaré ocultando un vicio? Oigan, guripas del mundo unidos, no están solos en sus dudas. Launet desvela una a una muchas de nuestras preguntas. Y nos dice, datos en la mano libre, que se puede concluir que a las mujeres, en general, la longitud se la suda, no tanto así los grosores; que década que pasa, cada vez más hombres heterosexuales en pareja estable –hasta un 40 y tantos por ciento- se dejan hurgar por su chica en las profundidades anales sin que por ello le empiecen a pirrar las películas de gladiadores o vean a escondidas Queer as Folk. O que el tamaño medio de un pene inglés en erección es de trece centímetros y que nada tiene que ver su longitud con el número de calzado que gasta. O que las mujeres que más gritan y fingen suele tener más amantes de media que las que cultivan el sottovoce. Y todo esto con más datos que Solbes explicando el IPC. Mucho mejor que éste, vayamos a penes, que con Èdouard te irías luego a tomarte unas cañitas con la confianza en que además de único no eres sino un número más de los que se comen la cabeza por no saber si estás pegando bien el sello. Al cabo, todos follan. Hasta los obispos, dicen.
Se ríe el autor junto a nosotros durante cada artículo de la tremenda importancia que se le concede al sexo y a la nunca bien ponderada manía íntima de sufrir por no saber nunca qué lugar ocupamos en la escala de los amantes rivales que en el mundo han sido, son y serán. ¿Huelen mal mis pudendicias? ¿Excreto con abundancia? ¿Me amaino en exceso solo? ¿Cuánto es pollón y cuánto mi cosita? ¿Te pongo cuando me miras o miras cuando me pongo? ¿Soy guarra si grito mucho? ¿Si ella expande mi orificio estaré ocultando un vicio? Oigan, guripas del mundo unidos, no están solos en sus dudas. Launet desvela una a una muchas de nuestras preguntas. Y nos dice, datos en la mano libre, que se puede concluir que a las mujeres, en general, la longitud se la suda, no tanto así los grosores; que década que pasa, cada vez más hombres heterosexuales en pareja estable –hasta un 40 y tantos por ciento- se dejan hurgar por su chica en las profundidades anales sin que por ello le empiecen a pirrar las películas de gladiadores o vean a escondidas Queer as Folk. O que el tamaño medio de un pene inglés en erección es de trece centímetros y que nada tiene que ver su longitud con el número de calzado que gasta. O que las mujeres que más gritan y fingen suele tener más amantes de media que las que cultivan el sottovoce. Y todo esto con más datos que Solbes explicando el IPC. Mucho mejor que éste, vayamos a penes, que con Èdouard te irías luego a tomarte unas cañitas con la confianza en que además de único no eres sino un número más de los que se comen la cabeza por no saber si estás pegando bien el sello. Al cabo, todos follan. Hasta los obispos, dicen.
Publicado en la revista de libros Mercurio. nº 105. (Versión sin dulcificar).