lunes, 27 de abril de 2009

¡Duende saca la ESO!

Duende, hace unos pocos meses, en casa.

Hay un momento en la vida donde es bueno sentirse padre (o madre) de nuestro Pantojito. Osea, plenos de orgullo y sacando pecho por los logros del vástago. Resulta que yo tengo un hijo de casi 18 años que se llama Duende. Se llama así de registro y carné no de avatar en el messenger. Y no, no tiene ningún trauma con eso. Podrá tener otros por otras cosas, o por los efectos colaterales que haya sufrido por la incapacidad conjunta de sus padres de organizarse con criterio común a lo largo de su vida, o desde que su madre y yo nos separamos, hace ya 13 años. Pero no por llamarse Duende. Lo juro por la cancanilla de Son-Goku. Seguramente a eso han ayudado su físico y encanto, que es cierto que le sobran. Y otra cosa es pensar que vaya tela de padres que le ponen un nombre así a su hijo y se quedabn tan panchos. Eso sí es discutible, claro. Pero al cabo, los padres somos los que somos y tampoco fuimos en asamblea a procrear y a dar el biberón luego. Lo cierto es que yo nunca he sido padre babeante con mi hijo, del estilo de es el mejor, es más guapo, el más blabla. Es más, si me he pasado en algo supongo que ha sido en la parte entrenadora. Es complicado ser hijo. Y es complicado ser padre. Madre también, claro. Pero las madres tienen un vínculo físico con los seres paridos que le da un plus orgánico y celular a lo simbólico paterno. No sé si me explico. Y tampoco tiene importancia.
Duende tenía ocho años cuando fuimos a París. Le enseñé la ciudad donde nací.

Porque lo que yo quería era celebrar que mi hijo, que hace dos años entró en barrena educativa, emocional y personal y había dejado de estudiar convencido de que no servía, ni quería, ni era capaz, ni tenía interés, motivación ni nada de lo necesario para seguir adelante con los estudios, se ha sacado la ESO en el primer intento libre de hacerlo. Vale, el nivel es una patata, las pregunta son tipo test y deben estar pasando cada vez más la mano. He estado con él haciendo modelos de examen durante una semana, día y noche sin parar y constato lo que ya sabemos todos: el nivel de exigencia académica actual en la educación primaria y secundaria suele ser una basurilla. Pero aquí lo que estamos midiendo es el hecho de ver cómo tras muchos sinsabores acumulados, tras mucha culpa soportada, tras mucho sinvivir para cada uno de los miembros de esta familia separada y rarita -¿quién no es rarito bien mirado?- hemos tenido unos momentos de enorme alegría y ahora siento un orgullo inmenso por mi hijo y su manera de haber encarado la situación.
En el Pompidou, delante de Kandinsky. Obérvese cómo el cuadro tiene los colores que llevamos nosotros.

Duende llevaba dos años empezando y dejando el colegio; este curso directamente había pasado de ir al instituto donde la madre lo había apuntado. Hacía dos años que había decidido irse a vivir con su madre. En ese tiempo un par de veces volvió a vivir conmigo y volvió a marcharse. Tras aceptar lo inevitable, y asumir que estaba tan perdido como debía encontrar por sí solo sus caminos, comencé a adoptar otras estrategias que las que habían servido hasta hacía poco. No dejar de ser firme y evitar los cabreos. Establecer otro tipo de relaciones de las que teníamos hasta ahora y aprovechar bien el tiempo común dejando siempre las puertas abiertas a la ayuda, no a la subvención. Poco a poco, y él ha ayudado lo inimaginable, la táctica ha ido dando sus frutos. Se ha presentado por libre por vez primera para sacar la ESO -se había quedado en tercero- y tras mucho "la vida no es para mí", lo hacía con la intención de sacar ahora en abril uno de los tres bloques del examen, el de lengua e inglés y ver cómo eran los otros dos y seguir preparándose con ahínco hasta junio. Se examinó hace una semana. Tras salir de cada examen me fue llamando para comentar la jugada. Me sentía como el entrenador en la esquina del ring. Ése era mi papel: apoyo, ánimos y estrategias de zorro viejo. Él se sintió muy bien con los exámenes, con haber pasado la prueba de enfrentarse a ellos con sentido común y sin nervios. Esta mañana fue a ver las notas.

-Papa (sin acento agudo, que ahora le ha dado por llamarme pápa). Acabo de ir al instituto a ver las notas.
-¿Y cómo ha ido?
-¡¡Que he aprobado todo, papá (ahí volvió el acento agudo)!! Un notable, en lengua, un bien en historia y geografía y un sufi en ciencias. ¡Que ya tengo la ESO!!
(Ahí empezaron los gritos y la alegría. Las felicitaciones y el orgullo. Las gracias y los planes. Su voz sonaba pletórica. Ahora quería estudiar. Se sentía fuerte. Ambos sentíamso que se nos había quitado un peso de encima).
-Gracias, papá, por ayudarme siempre.
-Gracias a ti por intentarlo, hacerlo y no desfallecer, tío. Este triunfo es tuyo. Compártelo y disfrútalo con la gente que quieres.
Y ya el resto no se lo cuento porque hasta yo tengo límites de intimidad. Como hace poco le decía con motivo de sus primeras alegrías/fracasos sentimentales, por más que te duela ahora y lo veas todo perdido tu corazón iba a sanar, como dice esa canción de Drexler que le gusta tanto. No hemos parado de hablar y hacer planes el resto del día. Hoy mi hijo está feliz. Y yo conozco pocas felicidades semejantes a ésta: un chico, un hijo tuyo, aprendiendo a sacar su vida adelante, haciéndose hombre.

El pasado 1 de enero, con su novia Paula. Lo han dejado hace poco.

Pongo este video de la canción, encontrado en youtube. hecho por algún fan de Jorge. Como la vida está llena de casualidades, recuerdo que concoí a Drexler dos días después de que muriese mi madre, cuando lo invité al ciclo de La Música Contada. Fue un encuentro intenso y hermoso. Entonces Duende tenía nueve años y vivía conmigo. Me gustaría volver a ver a Jorge. Seguro que la vida nos permite esa oportunidad. Estoy muy orgulloso de ti, Duende, y sé que muchos de vosotros, que nos conocéis a los dos, os alegráis conmigo. Con él sobre todo. Brindo por todos nosotros.