sábado, 7 de febrero de 2009

El tiempo de los hombres (Una historia Verdadera)



Un hombre anciano, muy anciano, de nombre Alvin y apellido Straight (en inglés, derecho, recto, claro), qu vive en uno de esos pueblos perdidos del Oeste americano donde las cosas parecen simples sin serlo (Laurens, Iowa), sufre un amago de infarto y una aparatosa caída en la cocina de su casa. Horas después, acompañado de su hija tartamuda y aparentemente retrasada, tras ser advertido por el médico de que a su energía y vida le quedan pocas opciones, recibe la noticia de que su hermano, con el que lleva diez años sin cruzar una palabra, exiliados ambos en el reino del rencor, ha sufrido otro infarto en su casa, a 600 kilómetros de distancia. Alvin debería guardar reposo y cuidarse, debería dejar de fumar, debería operarse de las caderas que en cualquier momento pueden quebrarse para siempre. Pero Alvin es terco y testarudo. Alvin ya tienen edad suficiente y experiencias a sus espaldas para saber qué es lo importante y lo accesorio en la vida. Es Straight por dentro y por fuera. Y Alvin entiende que su único objetivo es ir a ver a su hermano. Lo que sucede es que ya apenas ve con nitidez, se mueve al ritmo de los ancianos, no tiene dinero ni carné de conducir y, sobre todo, es Straigth por dentro y por fuera, terco como una mula del oeste.



Tan ingenioso y valiente como testarudo, Alvin se las ingenia para hacer su viaje de 600 kilómetros con lo único que tiene y en el único vehículo con el que se siente sintonizado en velocidad: su vieja segadora de césped. En vano los intentos de su hija de hacerle desistir. "Sabes que debo hacerlo y que debo hacerlo sólo", le dice Alvin a Rose. Lo intentará una vez y fracasará a la primera. Pero, tozudo y Straight, aprendiendo de sus errores y completamente conscuiente de sus posibilidades y de su destino, volverá por otra máquina a su pueblo. Otra vieja segadora. Esta vez una John Deere del 66. "Una John Deere", comenta Miranda a mi lado. "En el pueblo de mi madre eran las máquinas que se utilizaban para el campo; no se rompían nunca". Alvin se gastará casi lo que tiene en una vieja máquina para hacer su viaje. Un hombre ya maduro, recio y con pinta de ser honrado y justo es quien se la vende. Por 325 dólares. Alvin le pregunta si es una buena máquina. "Lo es, Alvin". Antes de cerrar el trato que a ambos parece justo, Alvin le pregunta por la persona que la usó.




-Me gustaría saber quién fue su dueño. Saber quién es me dice mucho de cómo es en realidad la máquina. ¿Lo conoces, Tom?
-Por supuesto, Alvin.
-¿Y quién es el tipo?
-Yo.


Una segadora John Deere como la que usa Alvin en su viaje de Iowa a Wisconsin.
Alvin sonríe y le da una palmada en la espalda. El trato está hecho. Al día siguiente Alvin saldrá a 6 kilómetros por hora a buscar a su hermano. La velocidad de Alvin, que ya usa dos bastones, a lomos de su segadora a la que ha añadido un curioso remolque parece la de la tortuga frente a la liebre. Su tamaño frente a los enormes camiones que se le cruzan representa otra escala. Pero Alvin no teme a nada. Sabe quién es y qué va a hacer. Y los riesgos que corre. Es un hombre anciano. Su escala es humana. Su tiempo es el de los hombres.





LYnch: la mejor cabeza borradora del cine

Naturalmente estamos hablando de A Straight story (Una historia verdadera, en España), una de las películas de David Lynch que aparentemente es menos lynchiana -la produjo la Disney, ahí es nada- y más moral. Realmente está llena de Lynch aunque el guión no sea suyo, aunque no haya enanos detrás d elas cortinas, ni ensoñaciones y representaciones teatrales en lugares que están en ningún sitio, aunque no haya orejas cortadas ni cajas azules. Aunque la historia sea la recreación de un hecho real que sucedió en 1994, resulta que Lynch suele ser siempre un autor moralista. Sólo que su maniqueísmo no es el habitual de Hollywood. Sólo que ama a sus personajes con el respeto que se debe a los hombres: éste es así y este asá. ¿Que es repugnante? Sí, bueno, te lo parecerá a ti. Sólo con pensar en Bobby Perú, en John Merrick, el hombre elefante, o en la criatura de Eraserhead, sabemos de qué hablamos.



Richard Farnsworth como Alvin Straight

Ayer volví a verla porque la encontré en Granada, donde estuve para la sesión de La Música Contada de José Miguel López, a euro con el periódico El Público. La vi en cine en su día, la tenía garbada en VHS y bajada de la mula hace poco, pero se veía mal y dfecidí no ponerla. Era una de las de Lynch que Miranda no había visto. Conocía, eso sí, su banda sonora, otra hermosura de Badalamenti. Pero no la peli. Miranda y yo vemos pelis o series casi a diario. Tengo, tenemos, una buena cinemateca, discoteca, comiteca y biblioteca. Tenemos alimento espiritual para afrontar la crisis. Habíamos tenido un día duro. Hasta tenso, incluso. Una historia verdadera era el bálsamo ideal. Una buena película sobre la verdadera medida de los hombres. Una película hermosísima y conmovedora. Una película que no te permite hacer doble sesión.



El compositor italiano Angelo Badalamenti, habitual de las bandas sonoras de Lynch


Mención aparte -además de la música de Badalamenti, la fotografía de Freddie Francis, el guión y el montaje de Mary Sweeney y la planificación inteligente de Lynch; además de sus escenas semisurreales como al de la mujer que atropella ciervos sistemáticamene- merece la interpretación de los actores con una Sissy Spacek tremenda y, por encima de todo, un Richard Farnsworth en estado de gracia en el papel de Alvin. Estuvo nomidado al oscar ese año pero al final se lo llevó nada menos que Kevin Spacey por la increíble American Beauty. También estaban nominados Russel Crowe por El dilema, Sean Penn por Acordes y desacuerdos y Denzel Washington por Huracán Carter. No ganó en buena lid. Pero vistas hoy en la distancia quizás debiera habérselo llevado. No será el primer actor ni director sublime que se queda sin distingo dorado.


Sissy Spacek como Rose

En todo caso, es difícil ver una interpretación sobre el orgullo, el perdón, sobre la dureza de la vejez y sus pérdidas tan serenamente minimalista y sobrecogedora como la de Farnsworth. Hay detalles que no sabe todo el mundo, como que el actor estaba entonces aquejado de un cáncer terminal de próstata y sufría dolores agudos de artritis. Luego era el personaje en todos sus estados. Poco después del estreno, cuando el actor consideró que su último viaje simbólico estaba concluido, se disparó en tiro en la sien porque no quería seguir viviendo como carga o parásito.



Richard Farnsworth durante el rodaje

Llevo unos años haciendo selecciones de películas para mi hijo. Ya que no le gusta leer y le cuesta mantener la atención, el cine se revela como una de las pocas ventanas para ofrecerle un aprendizaje no sólo de la belleza intrínseca del objeto artístico, sino de la capacidad que tienen ciertas historias para hacernos ver las cosas desde otra perspectiva. En este sentido A Straight story es una historia necesaria. Mira que adoro a Lynch y a todo lo que hace, pero siempre le estaré agradecido por haber hecho películas como ésta. De aquí a pocos años dejarán de poner Qué bello es vivir por navidades -y no ya porque se acaben las navidades- y dejarán paso a esta historia. Cada vez que la veo me parece más hermosa. Más necesaria.



El auténtico Alvin Straight

"¿Qué es lo mejor de la vejez, Alvin?", le preguntan unos jóvenes ciclistas alrededor del fuego durante su periplo.

-¿Lo mejor? No encuentro nada bueno en estar ciego, tener que andar con dos bastones y que la mayoría de tus amigos hayan muerto.

-Algo bueno tendrá la vejez.

-Bueno, te acuerdas de todo y sabes distinguir entre lo importante y lo accesorio. Sabes lo que vale el tiempo y que no debes perderlo cuando eres joven. Tristemente, cuando eres joven, no te das cuenta de todo eso.

-¿Y lo peor, Alvin?

-Lo peor es que no dejas de pensar en cuando eras joven.



(Y añado una página que desconocía, bastante completa, y en español, para todos los que sean fans, admiradores, seguidores o estén mínimamente interesados en el universo de David Lynch. ¡Ah! Y no comenté que Miranda me regaló estas navidades Atrapa el pez dorado, un libro del propio Lynch sobre sus experiencias sobre la creación y la meditación. Textos breves y llenos de sabiduría. Para cualquiera que desee adentrarse en la creación. Y el link a la página, joder, que mira que me enrollo: http://www.davidlynch.es/).