sábado, 31 de enero de 2009

Televisión: el templo de la nueva ficción

A dos metros bajo tierra. HBO


Big Love. HBO.


El guionista y gurú de series Alan Ball


Mad men. De Matthew Weiner. O cuando se fumaba para ser alguien respetable.

Comencemos con una declaración de principios: hoy en día, en EEUU, la mejor ficción se está haciendo en televisión, en series, y no tanto en cine, salvo el independiente. Primera recomendación: hoy en día ver una serie de televisión doblada y masacrada entre anuncios es como querer hacer dedo para bajara al centro teniendo dinero de sobra para el autobús, salvo que quieras someterte a una experiencia antropológica y hacer un estudio de la desesperación. Teniendo internet, una mínima capacidad de descarga en el adsl y conectándote a la mulita o a las descargas directas que te ofrecen multitud de páginas puedes verlas en versión original con los subtítulos correpondientes apenas unas horas o un día después de que se emitan por primera vez por cable en EEUU. En blogs como Espoiler, una guía que dirige el perioidsta teleadicto argentino Hernán Casciari (http://blogs.elpais.com/espoiler/ y http://espoiler.tv/) tienes referencias artículos, tutortioales, links y diversas fórmulas para descargarte las mismas por bittorrent. O bien te puedes pasar por http://darkville.blogspot.com/ para descargarte los capítulos de tus series favoritas en versiones comprimidas y subtituladas. Así que quien quiera que empiece a darle trabajo a su disco duro. Luego, eso sí, estaría bien tener un buen disco duro para cargar el material y conectarlo a tu televisor para poder cargar sin tino las temporadas completas de las mismas. La resolución y el sonido, aunque normalmente comprimidos, suelen ser bastante aceptables. sí eliminamos la puñetera publicidad y el hecho de hurtar la voz original de los actores, que es algo tan absurdo como cambiarle los colores a un cuadro de Rothko cuando se exhibe fuera de sus país o que Bustamante doble a Bob Dylan cuando éste cante en Las Ventas. Hay quien dice que le cuesta leer subtítulos mientras ve la historia porque le distrae hacer dos cosas al mismo tiempo. Conforme en que al principio puede resultar difícil para el que no esté acostumbrado, pero un poco de esfuerzo -nada que merezca la pena se consigue sin un poco de esfuerzo, amigos- se logra que el cerebro se acostumbre a hacer simultáneamente ambas cosas sin complicación.



Los Fisher al completo (falta papá).

Brenda baila con Nate. Al fondo David y Keith.



Estamos pues. Tenemos todos los aperos y el cerebro entrenadito. Pasemos ahora a dar un listado de favoritas. Antes que nada, dado que ya acabó hace unos añitos y la considero La comedia humana de la nueva televisión, recomendaría 1. Six feet under, o tal y como en España se ha titulado, A dos metros bajo tierra. Seguro que muchos la conocéis ya: la historia de una familia norteamericana que dirige una pequeña funeraria y que ve desde el primer episodio cómo la muerte trastoca las vidas de sus componentes al fallecer el padre de familia. Esta serie, creada por Allan Ball, el guionista de aquella joya que se llamaba American Beauty, y dirigida por realizadores de la talla del propio Allan Ball, Kathy Bates o Rodrigo García, es un tratado contemporáneo, lleno de inteligencia e ironía sobre la muerte, sus formas, sus efectos y su impacto emocional y metafísico, que se pasea por la comedia, el melodrama, la saga, la tragedia de la mano de un conjunto de personajes que van apegándose tanto a ti como tu propia familia. Aunque cada episodio repite un esquema similar y comienza con una muerte -en los 63 episodios de que consta la obra completa , hemos podido ver todo tipo de muertes, desde las absolutamente descacharrantes a las sobrecogedoras; desde las serenas a las más truculentas-, en realidad lo que nos va arrastrando es la vida y tramas sentimentales de la familia Fisher y sus aledañas, tan aparentemente marciana como profundamente real. Sobresalientes los actores, componen un abanico de personajes afrontando situaciones hasta no hace muchos años vetadas para la televisión -drogadicción, incestos, compulsión sexual, homosexualidad- dibujadas con tanta objetividad como mala leche e ironía. Aquí una lista: Michael C. Hall -el protagonista de Dexter, otra serie muy interesante, también de la cadena HBO- como David Fisher, Frances Conroy como Ruth Fisher, Lauren Ambrose como Claire Fisher, Peter Krause como Nate Fisher, la fabulosa Rachel Griffiths como Brenda Chenowith, Mathew St. Patrick, Freddy Rodríguez, Kathy Bates, Richard Jenkins, James Cromwell, Joanna Cassidy -recuerden el personaje de Zhora, la replicante de Blade Runner, que bailaba con serpientes artificiales-, Justin Theroux, Lily Taylor, Jeremy Sisto y hasta Robert Foxworth (sí, el Chase Gioberti de Falcon Crest). Las dos veces que vi la serie completa -cuando se estaba aún emitiendo y compré la primera temporada en DVD y no pude parar hasta que terminó y este verano en compañía de Miranda, casi del tirón en un par de meses- me quedé luego con el mono de seguir viendo a aquella familia que habías hecho tuya con todas sus aparentes disfuncionalidades.





Sólo por el tema principal de la serie, compuesto por Thomas Newman -de nuevo el compositor del tema principal de American Beauty- merecería la pena ver sus 63 episodios. Pero es que yo creo que es la Comedia Humana del siglo XXI, la serie que demostró que la televisión es sólo un medio y que por sí misma no crea idiotez. La idiotez la tiene ya el espectador o la sirven los que la programan. En tu mano está elegir. Hay quien dice que la mejor serie es Los Soprano. Yo no creo que sean incompatibles. Personalmente yo estoy hasta el capirote de sagas de mafiosos italianos, aunque Los Soprano sea inteligente, divertida, llena de guiños cinéfilos, magníficamente interpretada y precisamente actúe como desmontador de tópicos del género. Así que me quedo con este monumento a la vida a partir de la muerte.




Gabriel Byrne, protagonista de In treatment.



Llevando la terapia de Laura. Ay, la transferencia erótica.




2. In treatment (En terapia). Otra de la HBO. Vale, hay quien anda acusando a esta cadena de ser la televisión para los listillos, los pedantes y que esta serie basada en las sesiones de terapia psicoanalítica que un psiquiatra -excelentemente interpretado por Gabriel Byrne, el de Muerte entre las flores de los hermanos Coen- da a varios pacientes y recibe a veces es alimento para intelectualoides trasnochados obsesionados por el Ello freudiano. Lo cierto es que la serie, recintemente concluida tras 43 episodios de 25 minutos de duración cada uno, es una adaptación -muy mejorada según dicen los que han visto ambas- de la serie israelí Be ' tipul, que fue un éxito masivo y popular en su país (cierto es que los isráelíes están para pasar todos por el diván, con eso de repetir los patrones de conducta sufridos). La cosa va de teatro filmado y producción muy barata basada en guiones inteligentes, actores sobresalientes y muy buenos directores (de nuevo, a la cabeza, Rodrigo García, el hijo de Gabriel García Márquez y autor de dos películas que a mí me encantan y que demuestra su maestría para dirigir actrices: Cosas que diría con sólo mirarla y 9 vidas; Passengers, aún no la he visto). En una época donde los efectos especiales y las explosiones dominan la producción audiviosual, se agradece esta vuelta a lo esencial. Aún no la hemos terminado de ver -vamos por el episodio 14- y lo mismo pasa como con casi todas las series, que de pronto la cosa cae en picado por intentar rizar el rizo de las tramas. De momento, resulta un enganche ver cómo se entrelazan las pesquisas del terapeuta para intentar distanciarse de sus pacientes y ayudarlos y cómo, inevitablemente, mienten, en un desesperado intento de adquirir ventaja y no mostrar su debilidad ante los deseos más profundos que nos estructuran. Además de Gabriel Byrne, el psiquiatra que nos va apareciendo ante nuestros ojos como ora un dios, ora como un pusilánime, ora como un hombre confundido y perdido, aparecen Melissa George, Blair Underwood, Mia Wasikowska (qué actriz, esta chica adolescente), Josh Charles, Embeth Davidtz o Diane Weist (la fabulosa actriz woddyallenesca). Cada capítulo es una sesión de terapia con un paciente -o con dos a la vez, como el caso de Jake y Amy, el matrimonio en crisis-diferente que se repite cada cinco, mientras lo vemos avanzar y retroceder en su lucha por sacar a la luz lo voluntaria o inconscientemente oculto que rige sus acciones. No quiero contar nada más. En los últimos emmys y globos de oro ganaron varios premios. Haceros con ella.




Giamatti de John Adams y Wilkinson de Benjamin Franklin.


3. John Adams. Otra serie muy premiada en los últimos globos de oro y emmys. Creo que la están echando por el Plus. Nosotros ya nos la hemos visto. Es uan miniserie histórica, de siete episodios de uan hora, magníficamente interpretada y amabientada, sobre la vida del que fue uno de los padres de la constitución americana y segundo presidente de los EEUU, el abogado y folósofo político John Adams, aquí interpretado por el inigualable histrión Paul Giamatti (Entre copas, The Man of the moon, American splendor, La joven del agua...). A los que gusten de las series históricas, ésta cuenta con el beneficio de enseñar una historia del origen de los EEUU nada edulcorada y muy lejana a la forma en que desde el cine nos contaron su historia a la manera de vaqueros y forajidos y héroes sin mácula. Me chirría un poco el uso de dos piezas musicales ya usadas con maestría por Kubrick en su film Barry Lyndon -soy de los que lo adoran; luego están los que les parece un coñazo esteticista: para gustos...-, la sarabanda de Haendel y la adaptación que se hizo para la película del segundo movimiento del concierto para piano, violín y chelo op. 100 de Franz Schubert. Es como usar el O Fortuna de los Carmina Burana cada vez que se filma una escena de luchas medievales porque a John Boorman le funcionó en Excalibur. ¿No hay más músicas que puedan ilustrar el espíritu estético y decadente de la trassición entre los siglos XVIII y XIX? Excepto esta pijada, resulta estimulante ver cómo los yanquis -algunos- son capaces de revisarse una y otra vez su historia y de admitir que los hombres no son sólo blancos y negros y que un hombre fundamental para tu historia puede ser a la vez brillante, inteligente, mezquino, feo, huraño, torpe, maleducado y extremadamente vanidoso. Magníficos también los actores John Wilkinson -magnífico en películas como Normal o Michael Clayton-como Benjamin Franklin, Laura Linney como Abigail, la sensata y amorosa esposa de Adams o Sarah Polley -sí, la de Mi vida sin mí de Isabel Coixet- como hija de los Adams.

Los principales protaginistas de Mad men.


4. Mad Men. Ésta es de la NBC, dirigida y creada por Matthew Weiner, y se han emitido hasta ahora dos temporadas. Ahora mismo la están echando por Canal Plus, si no me equivoco. Con una producción visual exquisita, cuenta las tramas sentimentales e intrigas palaciegas en una compañía de publicidad estadounidense en el inicio de los años sesenta. Hubo quien definió las técnicas publicitarias como el arte de separar a la gente de su dinero -hay una serie documental muy buena presentada por Dennis Hooper que se llama precisamente así- y en esta serie vemos el inicio de técnicas publicitarias que han mantenido el capitalismo que hemos sufrido hasta hoy así como el envés del American Way of life que con tanto terrón de azúcar nos vendían en las películas de Doris Day y Rock Hudson. Es una serie que cuenta con un actor principal -Jon Hamm- que es casi el prototipo del hombre que derrite a las mujeres con sólo encender el cigarrillo.




Don y Betty Draper: tras el matrimonio modelo se esconde mucho secrerto de estado.


Una especie de Cary Grant de planta pero en macho heterosexual y lleno de secretos. En la serie apenas existe un plano donde los actores y actrices no estén fumando y bebiendo -signos de distinción del hombre moderno de entonces: ¡cómo hemos cambiado!- para hacer caulquier cosa. Es una serie sobre quién eres realmente, qué se esconde tras las apariencias. Y, sobre todo, sobre la ambición. Seis emmys, dos globos de oro, un elenco excelente, las curvas venusinas de la actriz Christina Hendricks, y unos títulos de crédito excelentes la avalan. Una serie que ilustra con precisión en qué nos hemos convertido después de casi 50 años de que la imaginación y la creatividad se pusieran en manos del mercado para generar deseos e insatisfacción. Otra que hay que ver.





5. Y, bueno, a mí me gusta Lost. Para un chaval que flipaba con El túnel del tiempo, Tierra de Gigantes, Los Thunderbirds, Perdidos en el espacio, Viaje al fondo del mar y luego con las series y pelis de ciencia-ficción de los sesenta y setenta (Espacio: 1999, UFO, Star Trek, Galactica, El planeta de los simios...) llegar a los 2000 con una serie tan capaz de entredar tramas y jugar como un mago entre flashabacks, falsas apariencias, fastforwards para contarte la historia del accidente de unos náufragos en una isla, Lost, que aaba de empezar su 5º teporada en los EEUU, asegura un buen rato de entretenimiento. Sí, los actores están siempre guapos -salvo Hurley, el gordísimo chicano y Ben Linus, el malo más inquietante que he visto en los últimos tiempos en televisión- y mantener el nivel durante tantos años es muy difícil. Pero Lost es muy adictiva y entretenida y juega con los géneros y el suspense con mucha maestría. Marcará época, seguro. Además es la resposnable del fenómeno de enganche colectivo a una serie a través de la red mayor desde que Internet se inventó. Dentro de unos años, quien no sepa qué es la Inciativa Dharma será tan despreciado como quien no sepa quién es el capitán Kirk en una convención de trekkies.

Big Love: papá y sus increíbles esposas.

6.Big Love. Acaba de empezar su tercera temporada. Otra de HBO. Otra que dirige en algún episodio Rodrigo García (¡levántense!). Una producida por Tom Hanks. Otra vez un punto de arranque marciano: un hombre maduro, empresario americano, trabajador, familiar y honesto, vive y mantienen relaciones con tres mujeres de edades diferentes. Es, al pronto lo descubrimos, polígamo según su condición de mormón. Al pobre Bill Paxton -Bill Henrickson en la ficción- pasamos en apenas 40 minutos de enviadiarlo -"¡hala, tres tías para él solito! Y cada noche le toca con una..."- a tenerle una lástima terrible: "¿cómo puede sobrevivir a tres mujeres conspirando continuamente por su lugar en el (poli) matrimonio y luchando entre ellas?". Los actores -y es cosa habitual, ya vemos- vuelven a brillar con un elenco donde sobresalen el propio Paxton, la intrigante Chlöe Sevigny -pero qué tía más mala malísima-, la abnegada Jeanne Tripplehorn (¿os acordáis de la verdadera asesina en Instinto básico?), la perturbada y magnífica Grace Zabriskie (en Inland Empire de David Lynch ponía su rostro imposible, resentido, histriónico y salido de cien años de alcoholismo al servicio de la pérdida de olla de Laura Dern) o el único Travis verdadero de Paris-Texas, Harry Dean Stanton. Intrigas familiares, miedo al que dirán, leyes frente a ¿libertad? de culto, fe contra razón y, sobre todo frente a ambición de poder y deseo, el poder que se esconde tras las religiones, y el deseo del protagonista de actuar conforme a sus principios religiosos y a su acentuado individualismo yanqui crean una serie muy recomendable que se cisca en el matrimonio desde todos los ángulos. No es una obra maestra, pero nunca baja del notable.





7. True Blood (+ Studio 60, Californication, Heroes, Damages, House, Life on Mars y otras). Hablaría también de Studio 60, un melodrama que no pasó de su primera temporada, a pesar de su calidad, sobre el mundo de la televisión; Damages, con Glenn Close estupenda de abogada; la divertida y rockera Californication protagonizada por un David Duchovny en estado de gracia; la recién estrenada -lleva tres episodios- United States of Tara, que está producida por el mismísimo Spielberg...



Life on mars (versión británica, la buena).




... de House, a pesar de que cada episodio es casi un calco del anterior, ¡cómo me gusta Hugh Laurie cuando dice sarcoidosis o cuando le vacila a Lisa Cuddy!; de Life on Mars -la versión británica- serie de 26 episodios donde un detective de policía, tras un accidente, se despierta en el año 1973 y acaba en una comisaría de policía de Manchester pillando a criminales y todo sin saber si está loco, soñando o ha viajado por el tiempo: bien interpretada y ambientada, aunque para mí el final es algo decepcionante; o incluso de Heroes, a pesar de que lo prometido en la primera temporada ha ido decreciendo con las dos siguientes, resultona para los que le gusten los superhéroes sin capa, mallas ni antifaz. Y, cómo no, de True Blood, que ha acabado su primera temporada en los EEUU y habla de vampiros. De entrada, es una serie donde nada es lo que parece -aunque los listillos siempre acertemos en algo, claro, para eso llevamos siglos vampirizando ficciones- y donde se habla del miedo a lo que desconoces, de adicciones, de deseo, de dominación y de sexo, mucho sexo. Comparto la opinión también de los que dicen que a los personajes, estando bien dibujados e interpretados en general, les falta un hervor interpretativo. Pero logran engancharte. True Blood apunta maneras de serie de largo recorrido que va a ir cogiendo altura a medida que avance. Yo apostaría algo. Y si bien es cierto que el episodio piloto fue de una sosería importante y tampoco me encuentro entre los devoradores de vampiros, al llegar acabar la priemra temporada resulta innegable que hay que darle una oportunidad. Al cabo se trata de una serie sobre las ideas preconcebidas con respecto a lo otro, lo que nos parece diferente y extraño. Yo veo una serie sobre la xenofobia en un sur yanqui donde los vampiros se han convertido en los antiguos esclavos negros. Una serie sobre los prejuicios y la paranoia yanqui. Mención aparte merece el personaje del hermano de la protagonista, un jovencito cachas semioligofrénico obsesionado por su potencia sexual, que empieza representando el odio cerril hacia estos seres extraños y va queriendo poco a poco convertirse en uno de ellos. Es un cretino al que le vas cogiendo cariño por su absoluta simpleza. Y, cosas de freakies, el actor que intepretó en Blade Runner a JF Sebastian, William Sanderson, hace el papel de sheriff del pueblito sureño. Además el tema de cabecera es un blues tomwaitsiano espléndido (Bad Things, magnífico: quiero hacer cositas malas contigo, dice la letra). Vale, se huele que la cosa va de que el más raro aparentemente, el vampiro protagonista, al final va a resultar el más humano. Y se ve también que tampoco pasarán muchos episodios para que veamos que el dueño del bar, el jefe de Anna Panquin, buen mozo enamorado de ella, (Sam Merlotte) se nos revele como licántropo o así y acabemos viendo una rivalidad a muerte entre los dos monstruos por conseguir a la chica. Allan Ball, (el de Six feet under, creador también de esta serie) es un realista paródico. No está a la altura de esa obra maestra que coronó el post, pero es muy entretenida. En fin, ya tienen un menú suficiente. Guarden sitio en el disco duero y en su ocio o desesperación hipotecaria y dejen de ver Gran Hermano, Fama y CSI, por dios, que menudo coñazo.