lunes, 14 de julio de 2008

Zulueta, por fin


Zulueta, acompañado de Eusebio Poncela, en el último Festival de Málaga de Cine Español donde le homenajeron con por Arrebato.


Veo en casa con Miranda un documental realizado por Andrés Duque sobre Iván Zulueta, IvanZ. Una entrevista hecha durante tres días en el microcosmos del realizador de Arrebato, la casa familiar de Donosti. Ahí estaban los álbumes que saca en la película, hablando a través del personaje que interpretaba -que 'era'- Will More, su alter ego, el peterpan que se negaba a crecer y que para ello se enganchaba con pasión a su memoria, a los amigos y al caballo. A la pausa.



Zulueta y Will More durante el rodaje de Arrebato.

Zulueta (http://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_Zulueta), como Rimbaud, como cualquier niño/adolescente muy inteligente que ha tenido demasiado estímulo en su vida infantil y que por ello se proyecta tan sensible como consciente, hizo una obra única, irrepetible, trazo seminal y epitafio al tiempo. Arrebato fue referente de una generación completa que vio en aquella extraña y desasosegante película el principio y el fin del cine español como experiencia de sacudida interior. Entiéndaseme. Hay películas que nos atacan por dentro, independientemente de sus cualidades técnicas, sus habilidades narrativas o su ortodoxia. Lynch tiene algunas. Varias. Arrebato es una de ellas. Y pocas más encontraremos en nuestro cine patrio.





En ésa escena tan citada, -tan similar en su capacidad mitómana al monólogo de Rutger Hauer haciendo de Roy Batty en la escena (semi) final de Blade Runner- donde Will More le enseña el álbum de cromos de Las minas del rey Salomón a Eusebio Poncela -el otro alter ego de Zulueta en este film- se escucha:






"Dime, ¿cuánto tiempo te podías llegar a pasar mirando este cromo?...¿Te acuerdas?...¿Y éste?...Y ¿esta orla?...¿Y esta página?...¡Años, siglos...Toda una mañana...! Imposible saberlo, estabas en plena fuga... éxtasis...colgado en plena pausa...¡Arrebatado!".




Yo, que tenía de casa de mis abuelos ese mismo álbum, y que ahora lo enseño a quien por mi casa se acerca y guarda en su mirada algo de aquel brillo melancólico de saberse demasiado consciente demasiado pronto, entendí mejor que otros lo que significaba el arrebato, el deseo de detenerse, de vivir en la pausa eterna. Dice el propio Zulueta, muy mejorado de años anteriores, en IvánZ en un momento de la entrevista, mientras da detalles de cómo va su situación económica:

-Ocuparse es un coñazo.





Es muy útil para fans este documental sobre el realizador, un fenotipo más habitual entre artistas de lo que pueda parecer. Lucidez y cobardía. Conciencia y dependencia. Sensibilidad, inteligencia y pereza devenida en incapacidad. Hermosa decadencia. Los planos finales de Zulueta como un joven arrugado hablando de su futuro en asilo o en balneario son impagables. Como lo es su casa cubierta completamente de enredaderas y él con un albornoz azul y un cigarrillo hablando de los travellings que le haría a esa fachada si tuviese dinero. Como lo es la aparición de su madre jugando a no enterarse de nada, hablando de perros, con la que entendemos a otros personajes de Arrebato, los que interpretan Marta Fernández Muro y Helena Fernán Gómez (¿sabían que la dobló Pedro Almodóvar en la película?), y su ingenuidad "¿deliberada?".


Zulueta al menos nos dejó dos films (Un, dos, tres, al escondite inglés y Arrebato), dos mediometrajes (Párpados y Ritesti), la realización de un programa de música pop en TVE (Último grito) y varios cortos, la mayoría en Super-8 en los que adelantaba recursos de aceleración de imágenes después explotados hasta la saciedad. Muchos fragmentos de ellos se pueden ver en Arrebato como piezas realizadas por el personaje que interpreta Will More. Como gran artista plástico que era y es, también realizó decenas, centenares de carteles de cine -de las de Almodóvar, varias- y nos hizo más míticos a dos actores fundamentales del cine español contemporáneo: Eusebio Poncela y Cecilia Roth. Y al igual que A las puertas de la percepción de Aldous Huxley es el ensayo del LSD, o Alicia en el País de las maravillas es el relato enmascarado de las alteraciones de la percepción que provocan hongos, hash, opio o láudano, Arrebato es la película de la heroína. Su la cinefilia y la cinefagia. Pero tampoco quiero hacer una tesis.




Encuentro en la edición digital de ADN este texto del realizador del documental, Andrés Duque (vid. entrevista al realizador en http://www.blogsandocs.com/docs/?p=152), que, por ilustrativo, es últil. Ahora, que acaban de sacar una edición especial de aniversario de Arrebato, con dos discos, material inédito y este documental que ya tiene tres o cuatro años, viene a cuento.





"La invitación a escribir un texto sobre mi experiencia haciendo el documental Ivan Z coincidió justo con una llamada del propio Iván. Está muy entusiasmado con la reedición de su Arrebato. Hace siete años que le conozco y nunca le había sentido tan contento y con ganas de hacer películas.


La oferta está hecha, cuando se encuentre en condiciones, me iré a su casa con una veintena de cartuchos de película súper 8, cámara digital y ordenador portátil con la idea de trabajar en alguna idea suya. Hubo un momento en el que perdí las esperanzas de que esto llegase a ocurrir, pero hoy, tuve la sensación de que las ganas le están volviendo a quitar el sueño.


Si hay algo que me intriga es ¿qué querrá filmar hoy Zulueta? A veces me imagino la historia de una doméstica llamada Débora Dora, enganchada a los tebeos y testigo de las excentricidades y tormentos de una adinerada familia atrapada en su propia casa. También me imagino al propio Iván en el ático filmando rincones que él sólo conoce y donde se esconden Freddy Krueger y Blanca Nieves, aliados de un imaginario infantil y perverso. Pero el Iván que todos conocemos es ahora otro.



Así que posiblemente salga con algo que no esperaríamos de él. Tengo pendiente viajar a Donosti y hablaremos sobre esto. Es un reto que quiere asumir. Sin ánimos de esperar resultados inmediatos. Volver a experimentar con la imagen y esperar fotogramas rojos cuando los cartuchos de Súper 8 estén revelados. Coger una cámara digital y entender de qué va todo eso del vídeo. La regla será, tal y como una vez nos planteamos hacer el documental, que no hayan reglas.


Iván se planteaba el cine como una razón de vida y no como una razón de sustento. Esto es un principio muy válido pero acabó convirtiéndose en una carrera cuesta arriba. Le llaman autor de "culto" e incluso "maldito", pero dejemos de lado las etiquetas, Iván pertenece a ese grupo de cineastas que no encontraba cabida en las salas de cine españolas por revoltoso y por que hacía, con brillantez, lo que le apetecía. Si de algo estoy seguro es que ese espíritu no lo ha perdido, sí en cambio, la cinematografía española.


Entrar al mundo de Iván no es fácil. Hay que haber sido niño y tener plena conciencia de ello. Hay que entender la psicodelia como un mal necesario y hay que renunciar al siempre bien ponderado decoro. Razones suficientes para que retome sus ideas y se ponga a rodar.


Sobre el documental Ivan Z he contado en varias ocasiones que fue un chispazo que ocurrió después de un primer visionado de la película Arrebato en la Cinemateca de Caracas, cuando era un enano y de pronto sentí cómo la película se dirigía a mí de una manera que no había sentido antes. Me dejó profundamente perturbado, sabía que la película escondía secretos que tenían que ver conmigo y que de alguna manera me invitaba a desvelarlos haciendo mis propias películas. Lo que hago ahora poco tiene que ver con el cine de Zulueta, sin embargo su pasión por el cine fue de gran inspiración para mis primeros trabajos videográficos.


Cuando llegué a España conseguí contactarle a través de un amigo y a partir de entonces creció una amistad que siempre he valorado. Sobre el rodaje, no hay mucho que contar, fueron tres tardes de conversaciones tranquilas sobre temas difíciles de su vida. Confesiones y cinefilia, todo a la vez. Recuerdo verle el segundo día de grabación con una libreta en la mano donde había apuntado cosas que había olvidado contarme y que creía necesarias para el documental. Todo un detalle.


Hay una escena en el documental, que para mí cierra el círculo que se abrió hace dieciocho años y es el momento en el que me enseña sus álbumes de Walt Disney y el de Las Minas del Rey Salomón que aparecen en la película Arrebato. Hay un cromo donde aparece dibujado el mapa del tesoro con una enorme equis. Me grabé poniendo el dedo en la equis y volví a sentir el chispazo que tuve la primera vez que ví la película. Sensaciones como estas son irrepetibles y difíciles de explicar, pero cualquiera que haya visto Arrebato me puede entender. El cine y la vida son la misma cosa".


Efectivamente, cualquiera que la haya visto puede entenderte, Andrés. Hoy he entendido más cosas de Iván tras ver la película. Y de mí mismo, también. Y de la fascinación por el cine. Y de la relación entre el creador y su obra. Al fin y al cabo, me ha dicho varias veces un amigo escritor, José Antonio Garriga Vela, cada persona tiene una sola historia, única, en la cabeza y en su alma. Si la logra sacar fuera y continúa dedicándose a la profesión de contador, lo único que hará a partir de entonces son variaciones sobre el mismo tema.


A Iván Zulueta hay que agradecerle, además, su radicalidad. Supo que sólo tenía una bala en el revolver y la disparó con pasión. Seguir disparando no tenía sentido. Al cabo, había logrado, para siempre, quedarse detenido en una pausa. El éxtasis completo. Y muchos nos quedamos, al menos en parte, allá, absolutamente convencidos de que nos habían retratado desde dentro del espectro.