domingo, 13 de abril de 2008

Conozco a Miranda

Conocí a Miranda en una fiesta en casa de mi mejor amiga. Yo entonces era afán de sirena y había encontrado en una aquella brújula que perdí de niño en los ojos de Medusa. Era primavera para todos y hombres y mujeres reían en la terraza. Bebían líquidos espumosos y de colores. Fumaban plantas viejas que hacen reír. Podían reír sin ellas, pero era tarde de sirenas, brújulas locas y primavera. Mi amiga Silene miraba a su hombre con la distancia de quien recibe más heridas de las que necesita. Silene es delicada y tierna, estricta consigo y busca una perla que no sabe si perdió algún día. Silene tiene el poder del sabor y la delicadeza. De un vegetal moribundo, de unos granos de sal y unos cuencos de agua Silene construye naves que alimentan al corazón y a la memoria del paladar. Ese día, Silene lloraba sin notarse y nosotros, sus amigos, la consolábamos sin hacer ruido.

Llamaron a la puerta. Y salí a abrir. Medusa estaba descalza sentada en un sofá, con su voz de tiniebla seductora, con sus ojos de haber perdido un niño en un pantano.
Aparecieron tres mujeres detrás del timbre. Conocía a una de ellas. Ella no quería reconocerme. Las otras dos se movían como dos ninfas sensuales. Unos vestidos simples moldeaban sus cuerpos. Se parecían ambas. Entraron detrás de la mujer que conocía que ni me saludó. Reían demasiado, atropelladamente y juntas las dos mujeres sensuales. La risa de una de ellas me hizo sonreír, pero la voz de campana antigua de Medusa me hizo volver la cara.
-Tráeme una copa, cariño.
Me dirigí a la cocina a prepararle sus pócimas a Medusa. De esa manera podía dosificarle las cantidades. Yo era entonces afán de sirena y brújula encontrada, ya recuerdan. Así que dejé que la risa que acababa de entrar se perdiera en la terraza, donde reinaba el hombre de Silene. En la terraza sonaban carcajadas como en coches de choque. En el comedor, reíamos suave, al compás de esa tristeza de Silene que no se notaba. Sólo se notaba el estruendo seductor de Medusa y sus arcanos como una invocación al temblor.

Mientras Medusa leía las runas a Silene y ésta quería creer y encontrar bálsamo a su tristeza invisible, decidí entrar en la terraza. Volví a encontrarme con esas dos mujeres parecidas, que reían sin parar y enseñaban los dientes cada vez que lo hacían, ya un poco más libres ambas de la tercera mujer que no me saludaba.
-Hola, ¿alguien me presenta?
Así le dije a otro amigo común, Ramiro, antiguo compañero de crónicas escritas. Ramiro es desgarbado, casi una caricatura. Sabe convertirse en un dibujo animado para observar a la gente cuando no saben que nadie les mira. Tiene un zurrón donde guarda chistes que lanza a las conversaciones como un payaso lanza confeti en las fiestas infantiles.
-Aquí Ariel, escritor y periodista. Ella es Sara y ella…
-Miranda.
-Hola, encantado.
-Miranda es fotógrafa.

Miranda me miró por primera vez. Sin mirarme siquiera. Pero en ese pequeño fogonazo de sonrisa entre maléfica e infantil vi tres cosas en ella: sus ojos de gata, su voz Amadeus y una extraña energía que volaba a su alrededor invitándote a no separar la mano.
Miranda se dio la vuelta y siguió riendo con la chica tan parecida a ella. Eran hermanas, apuntó Ramiro antes de lanzar confetti. Apareció la mujer que no quería reconocerme y me dio la espalda. Disimulando, seguí hablando con la terraza antes de volver al redil de Medusa y Silene.

Me tiré toda la noche lanzando miradas a la terraza. Si Miranda entraba en nuestra guarida yo volvía la cabeza hacia Medusa. Medusa, con todo su poder para captar atracciones invisibles, no reparó en Miranda. Yo opté por no encender su alma de Medea. Unas horas después, Medusa y yo estábamos compartiendo saliva y manos. No recuerdo si recordé a Miranda el resto de la noche. No es importante. Ella ya había dejado su primer grano de trigo sin saberlo.

5 comentarios:

Ginebra dijo...

No, no... trampa. No se puede interpretar el pasado con datos actuales y lo sabe.

Anónimo dijo...

Ya se hace necesaria una nueva entrega de Miranda. Necesito un nudo más para mi quippu (sí, te estoy archivando a la manera quechua).

buscema63 dijo...

¿Quién es usted secretaria secreta, que tan quéchaumente me archiva? Me suena usted empezando por IB, ¿me equivoco? Por cierto, ¿en qué consiste ese sistema de archivos? Y sí, es cierto, ahora hay más material que tiempo (material) para hacerlo. Pero no se me desespere que seguro que algo cae muy pronto.
Y gracias por su secretaría. Enternece y asombra.

Anónimo dijo...

Equivocaste la vereda pero ya confluiremos. Más que a [IB(M)] me acerco a [M(A)C], pero da igual, en el fondo todos somos 01010101...

El quippu es como un hilillo al dedo o un rabillo de pasa, pero con más datos.

Anónimo dijo...

es muy triste héctor, demasiado triste, ya deberías saber quién te busca, quién te archiva y hasta quién te ignora

sabes, eso es lo más triste

ya sabes: E.