martes, 1 de abril de 2008

Cuentos

Por las noches, cuando nos acurrucamos, cerca el uno del otro gracias a la piel o a los hilos de cobre, Miranda y yo nos contamos cuentos. Nos gusta que nos cuenten cuentos y leerlos. Nos gusta cómo suenan nuestras voces y parece que los hemos escrito nosotros.
Un día Miranda es Italo Calvino. Otro día es el hombre de la máquina del tiempo. Otro día soy yo un viejo poeta griego. O un escritor uruguayo que cuenta los abrazos. Hasta nosotros mismos hemos sido. Y anónimos también fuimos una noche que nos gustó no tener nombre siquiera.

No vamos a mentir. Ni Miranda ni yo nos hemos entregado a otros seres por primera vez. Hemos amado y nos han amado. Y se nota. Pero ahora, y como suele suceder y así dicen los cuentos, sentimos que todo es distinto y tienen las cosas un brillo especial. Y son bellas y distintas nuestras voces como nunca han sido. Y son en verdad distintas y bellas, porque es la primera vez que Miranda y yo nos encontramos. Es la primera vez que Miranda y yo nos contamos cuentos cada noche.

-Un hombre que me amó mucho me decía con cierta sorna y reproche que yo lo que buscaba era alguien que me contara cuentos. Y ahora que lo he encontrado pienso que tenía razón.


Miranda, lo dice y sonríe. Y se acurruca a mi lado aunque esté a 50 kilómetros, aunque esté colmándome la piel. Entonces yo empiezo a contar cuentos. Y siento que están hechos para Miranda. Y voy leyendo, despacito y grave, historias de luciérnagas que se ganaban la vida como luces de semáforo en reinos sin electricidad. O historias de niñas que pintaban sus faldas en el colegio con poemas en rotulador rojo. O versos de mujeres que odian la mentira. O sentencias de hombres que coronaron el himalaya de su alma desnuda. Y escucho a Miranda suspirar profundo mientras se sumerge en el sueño. Y le digo entonces en susurros antes de decirle adios lo mucho que la quiero y le pinto el colorín del colorado, y del malva y de los pocos colores que me sé de verdad.

Y así, cuando la oigo dormir, cierro sus ojos en las tapas del libro y leo nuestros nombres firmar todas las historias. Siempre es el mismo libro: Cuentos para Miranda, la mujer que sabe contar y escuchar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

(gracias) (además esa historia me gusta mucho) (besos)

buscema63 dijo...

Gracias las suyas, Lupe. También oye Miranda los zapatos como portaviones, y la ciudad diididda, y los diálogos de e-lenita y, y, y... Mañana tengo que entregar su reseña. Ya hablamos, que vivo tanto en mí, que no encuentro sitio para hacerlo todo. beso

Don Peperomio dijo...

50 kilómetros no es mucho...