sábado, 27 de junio de 2009

Los príncipes Nubios, de Juan Bonilla (apuntes para una teoría de la salvación)



Una vez más -y ya van tres- mi amigo Miguel Ángel Oeste se me cuela en el blog para colgar una reseña sobre un libro. Es el turno de nuestro admirado Juan Bonilla y de su libro "Los príncipes nubios". Adelante (eso sí, como te vea reseñando a Antonio Gala en plan babitas de terciopelo, aquí no me pones un pie más, ¿eh?).

Apuntes para una teoría de la salvación



Bonilla, cuando era joven Dorian Gray

UNO. Empezar por el principio, por el origen de todas las cosas, por lo que asevera el narrador de esta fascinante novela que son muchas novelas: “Supongo que estaremos de acuerdo en que lo fundamental de una historia, de cualquier historia, es lo que empuja a alguien a narrarla: eso es más importante que la sustancia de la propia narración.” Eso y, como comenta el narrador de Risa en la oscuridad, “el interés y el placer de narrarla.” Luego hay muchas más cosas. No puede ser de otro modo. Pero el principio de la búsqueda que comenzó mucho pero que mucho antes es la primera frase: “Me dedicaba a salvar vidas”.

DOS. Yo me salvo. Tú te salvas. Él se salva… y así seguiría la conjugación en uno de los hipotéticos mundos normales, y en este que quieren hacernos creer que es el único real. Pero no. Mienten. Existen otros hipotéticos mundos normales y reales, como el que retrata Juan Bonilla en Los príncipes nubios, donde funciona el Yo te salvo, entonces Yo me salvo o Yo pienso que me salvo si te salvo, porque salvarse no es tan sencillo, sino más bien complicado.

TRES. Moisés Froissard Calderón, La Florida 15, tercero B, campeón de la imbecilidad, actor frustrado, cazador de hombres y mujeres para convertirlos en máquinas sexuales, entrevistador imaginario sobre sí mismo, poseedor de picores en los testículos cuando se acuesta, corredor con transeúntes que desconocen que compiten en una carrera imaginaria, lector de Stephen King…, y por encima de cualquiera de éstas: perdido, solo, incapaz de sentir deseo, amor, vida. Éste es el protagonista-narrador de Los príncipes nubios.

CUATRO. Así, de lo que trata esta espléndida novela -que es como montarse en un Fórmula 1- es de lo que trata toda existencia: encontrar ese consabido, manido, misterioso lugar en el mundo y, a la vez, vencer los miedos que nos conducen a su antojo. Encontrar y encontrarse a uno mismo y a los seres queridos y, después de eso, volar, sin ayuda, barajando nuevas ópticas y perspectivas, en las que el miedo sigue ahí, pero no le dejamos que nos dirija, no le dejamos el papel protagonista.

Bonilla, en estos tiempos ya encanecidos. El que tuvo, retuvo, hay que admitirlo
CINCO. Y sí, la historia de Los príncipes nubios es fascinante, fulgurante y muchos otros calificativos que se le pueden añadir, pero aún más importante es el modo, la manera, la forma en la que Juan Bonilla cuenta la peripecia de este salvador de personas que busca salvarse a sí mismo. Narrada en una primera persona llena de matices, de voces, trepidante y trepadora, la narración se teje en la mente del lector como una araña teje su tela en la esquina de un techo. Así, la forma hace el estilo, que está primero, que es la ganadora, la medalla de oro, y luego, segunda, medalla de plata, la trama o el argumento o como prefieran llamarlo.

SEIS. Original, ingeniosa, poderosa, con tintes de humor negro e irónicos en la estela de uno de sus escritores predilectos, Nabokov, ésta es una de esas novelas vampíricas, que te chupa la sangre y se queda recorriendo tus venas mientras y después de su lectura. El vampiro bebe sangre fresca de una virgen, el lector de este libro lee letra fresca que le desvirga.

Y es bueno que sea de esa forma, que permanezca, no podría ser de otro modo, porque todos estamos buscando la salvación, ese pertinente y complicado: Yo me salvo o Yo te salvo o Yo creo-quiero-sueño-imagino algo para la inmortalidad con la que salvarme.

SIETE. He comentado que ésta son muchas novelas, de redención, de reflexión, de aventura, de suspense, de amor… Y también, sí, afirmo, parece una novela americana donde pasan muchas cosas, donde la reflexión y la acción se mueven y se combinan con maestría.

OCHO. “Me dedicaba a salvar vidas.” Y desde esa oración uno rueda, sin freno, sin posibilidad de detenerse hasta un final que será un nuevo principio. E, incluso, cuando uno aparta sus ojos de la lectura de Los príncipes nubios durante unos minutos o unas horas, se continúa leyendo, con los pensamientos rodando por aquí y por allá y por todas partes, esperando que Juan Bonilla sufra otro empujón para narrar, da igual la historia, lo importante es ese empujón, ese interés, ese placer que nos acompaña en la lectura de sus libros.

Lo importante entonces no es otra cosa que lo que acciona a Bonilla a escribir, su salvación, la nuestra, la historia es lo de menos, pues él la hará de más.

Así, Yo me salvo mientras leo. Tú te salvas mientras escribes. Y al revés. Yo me salvo cuando escribo. Tú te salvas cuando lees.
PD del blogger: Migue, mándame una foto tuya asín, sexy, que mis chicas lectoras (son 2) sólo entran a este blog por si tú sales y ya he puesto dos veces la misma. (Cría cuervas...)

1 comentario:

Ginebra dijo...

Eso iba yo a decir, mister android, que mucha foto del guapo Bonilla pero que esta vez nos había dejado sin LA FOTO del muchacho. Y que sí, que ponga otra, no sé, una ligerita de verano.