Mi hijo pinta un mundo: cabe en un papel.
Pinta lugares que no existen.
Mi hijo imagina el norte del mundo.
Lo dibuja y sucede.
Me lo entrega y no sabe.
No sabe que confundo los puntos cardinales,
que la noche me asalta y soy cobarde,
que no sé el nombre de todas las estrellas,
que no distingo colores ni certezas.
Que a veces quiero que se duerma
pronto
para quedarme solo y culparme y maldecirme.
No me atrevo a decirle que lo siento
que miento como un cerdo
que una noche él también
dirá “te quiero” en vano,
y tendrá miedo de sufrir y doler.
Que algún día mirará a su hijo
y temblará por su ternura confiada.
Mi hijo pinta un mundo para mí.
Y, sin saberlo, me exige hacerme digno de un reino por hacer.
De un reino donde no se esconde la flaqueza.
Escucho:
ojalá estés a la altura de tu corona.
También es de papel. Y no me importa.
Y dice:
“Ten, papá.
Ten
tu Mundo del Norte”.
martes, 26 de febrero de 2008
Mi hijo pinta un mundo
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