domingo, 25 de noviembre de 2007

Ella

Ella es otra cada día. Como aquella mañana en las ruinas con los leotardos bajados y los ojos de gata. Como la noche que me cantó una nana en japonés. Como el reflejo exaltado de sus ojos abiertos mirándome simultáneamente a mí y al espejo. Como el vello suave y no rizado que le cubría el coño mientras fuera nevaba. Como el río donde se tumbaba sobre las telas de raso de Chanel y pensé que no se podían tener las tetas tan perfectas. Como las tres noches seguidas siendo un nuevo personaje a cada rato. Como el día que me pidió que le pegase y me eché a llorar. Como su sonrisa diciendo soy tu matajari. Como ese mediodía que al subirse al autobús rojo me regaló el beso que ya había soñado tres años antes cuando era otra y me daba clases de ciencias. Como la tarde que se cagó de risa en la cocina y no le dio vergüenza. Como sus correos electrónicos atándome a su infancia. Como sus correos electrónicos diciéndome que era lo más ruin que había conocido en su vida. Como la madrugada que entró tambaleándose a casa y se quedó roncando en su vómito. Como el día que me dijo qué guapo eres y yo me lo creí. O esa semana que me regaló un cuadro que me costó dosmil euros. O como esa vez que se corrió sin que la tocase siquiera, tan sólo echándole el aliento.
Si me hubieran fotografiado cada vez, también mi rostro sería otro. Pero yo no estaba allí para poder comprobarlo.

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