martes, 12 de febrero de 2008

¡Es la hora de las tortas!



La familia de superhéroes más popular del cómic americano, Los 4 Fantásticos, cumplen 40 tacos. Y de escribir y dibujar sus aventuras ahora se encarga un trío de gaditanos. Carlos Pacheco es el jefe.

Un tío de color naranja con la piel de piedra capaz de tirar el Empire a guantazos; un niñato que se convierte en un incendio y vuela y quema; el científico más inteligente del mundo que puede estirarse como una goma elástica centenares de metros; la mujer de éste, hermana del niñato, que sabe volverse invisible y crear campos de fuerza. Tienen superpoderes, osea. Este año cumplen cuarenta tacos desde que vieron sus aventuras por primera vez estampadas en un cómic. Se prevé que el año que viene se acabe el rodaje de su primera incursión en el cine, de la mano productora de Chris Columbus. Se llaman los Cuatro Fantásticos y fueron la piedra con la que Marvel Cómics levantó su iglesia de superhéroes y mutantes. Fueron creados por uno de los dúos más creativos de la historia del cómic: Stan Lee y Jack Kirby. Los han dibujado los más grandes: Kirby, John Byrne, John Buscema o John Romita. Ahora la Marvel ha dejado su relanzamiento aniversario en manos de un terceto de ¡gaditanos!: Rafa Marín, coguionista, Jesús Merino, entintador y Carlos Pacheco, el Antonio Banderas del cómic español, dibujante y coguionista. Entérense bien. Desde hace unos meses, el futuro del universo depende de tres cachondos gaditanos a los que, eso sí, no le gustan los carnavales.

“¡Es la hora de las tortas!”. “¡Llamas a mí!”. Cualquier aficionado medio al cómic sabrá qué personajes están detrás de ambos gritos de guerra. Efectivamente: La Cosa y la Antorcha Humana. Ambos miembros de Los Cuatro Fantásticos, el grupo de superhéroes que nació hace ahora cuarenta años, cuando un guionista y un dibujante de nombres Stan Lee y Jack Kirby decidieron crear la primera familia con superpoderes de la historieta. Y con ella, el inicio de lo que se ha venido a conocer como la Edad de Plata del cómic. Ambos fueron la piedra creativa fundacional de Marvel Cómics. Del magín calenturiento de la pareja fueron naciendo una legión de superhéroes distintos a todos los que hasta entonces volaban por las páginas de la editorial DC, sí, la de Superman y Batman. Los chicos en pijama de la Marvel eran otra cosa: tímidos jovenzuelos transformados en atléticos hombres-araña; androides con sentimientos que se casan con brujas mutantes; dioses nórdicos encerrados en el cuerpo de un cirujano cojo; abogados ciegos que se transformaban en acróbatas justicieros con pinta de diablete; adolescentes con poderes sobrehumanos entrenados en la escuela de un telépata inválido; un supergrupo que, como un club de baloncesto, reunía a lo más granado del músculo y el poder de la editorial; o, en fin, un ser sin pelo y piel plateada que surcaba las galaxias montado en una tabla de windsurf...
Pero, entre todos ellos, Los Cuatro Fantásticos –Reed Richards/Mr. Fantástico, Ben Grimm/La Cosa, Johnnny Storm/Antorcha Humana y Sue Storm/La Chica Invisible– fueron los primeros en enfrentarse con extraterrestres, semidioses, guardianes estelares y a la vez con sus demonios personales. Porque la gran aportación de los superhéroes Marvel no radicaba tanto en el diseño de vestuario ni en los superpoderes que tenían, sino en la tremenda habilidad del editor y guionista Stan Lee en combinar acción y melodrama y en trenzar tramas herederas de la literatura popular de todos los tiempos con las amenazas y fantasmas que la época de los lectores iba gestando.
Hoy Los Cuatro Fantásticos son un clásico del cómic. No son, evidentemente, los de más ventas de la Marvel: los X-Men siguen arrasando. Pero siempre han estado ahí, entre los mejores. Y dentro de un par de temporadas se harán famosos en el mundo entero, que ya anda calentita la preproducción de un filme que produciría Chris Columbus (Harry Potter) para la Fox y dirigiría Peyton Reed. Del reparto nada se sabe. Sería otra de las grandes producciones con las que la Marvel está llevando del papel a la pantalla a sus héroes: Blade, X-Men, Spiderman, (éstas ya acabadas, aunque la de Spidey se estrenará en mayo), X-Men II, The Incredible Hulk (que dirigirá el mismísimo Ang Lee), Silver Surfer, Capitán América, Iron Man, El Jinete Fantasma o Daredevil.
La historia filmada de Los Cuatro Fantásticos –Roger Corman intentó en su día hacer una serieB muy cutre que no se llegó a distribuir, según los fans, afortunadamente– sería un resumen de su origen en la historieta. Veamos: durante un viaje espacial, un científico, su novia, su cuñadito y el amigo piloto de aquél se ven expuestos a unos extraños rayos estelares. ¿Resultado? Que logran unos poderes asombrosos: uno se estira, otro se enciende, el otro se pone como una roca y a la chica no hay quien la vea. Deciden usar sus habilidades para el bien de la humanidad. Así que se ponen a salvar la tierra, porque hay que ver la de enemigos que le salen a la Tierra en esto de los superhéroes, que ríase usted de Bin Laden. Y como a cada héroe le llega su Némesis, pues aquí han elegido al enemigo por antonomasia de los 4F: el Doctor Muerte, Doctor Doom para los yanquis. Quiere conquistar el mundo y el universo entero. Putea bastante a la Familia Fantástica, pero ellos acaban zurrándole, faltaría más. Muerte no muere porque si no, no habría segunda parte.

Nueva York, capital Cádiz

Pero lo que el gran público no sabe, porque los cómics siguen considerándose un entretenimiento de tercera, es que las peripecias de semejantes héroes dependen ahora de un trío de comiqueros gaditanos: Rafa Marín, Jesús Merino y Carlos Pacheco. Escribe, entinta, y escribe y dibuja, respectivamente, y se conocieron, ya hace años, en un proyecto de revista de cómics institucional que se llamó Tuboescape. Allí descubrieron que en España, en esto de los cómics no es que haya millones de fans, pero los miles que lo son, lo son en grado enfermizo. No son los primeros españoles que trabajan en la Marvel o en la DC, las grandes multinacionales del músculo y el superpoder, pero sí el primer equipo únicamente español que controla un mito yanqui de la cultura popular. Precedentes: otro monstruo, Salvador Larroca, dibujante valenciano, quien ya estuvo dibujando a los 4F antes del terceto y que ahora dibuja a la Patrulla-X. El veterano e iconoclasta Sergio Aragonés, autor de las mejores parodias de héroes. Pascual Ferry, Rafa Fronteriz o el magnífico Óscar Jiménez. Y, cómo no, al pionero entre los dibujantes españoles en ganarse el aprecio de las editoriales yanquis del género de fantasía heroica, el maestro Esteban Maroto.
Pero si alguien se lleva la palma en este terceto es Carlos Pacheco, que trabaja en Marvel desde 1992 y ha dibujado ya a X-Men, Los Vengadores (la extraordinaria serie Avengers Forever, guionizada por el gurú Kurt Busiek) y Excalibur para Marvel y a The Flash para DC. Y no sólo porque dibuja que te mueres, está creando escuela y además hace buenos guiones (ojo, que no abundaron los dobletes letra/pincel en la Marvel: Ditko, Byrne y Miller y pocos más), sino porque pasa por ser el que mejor conoce la historia de la mitología superheroica de esta editorial, pionera en su afán de crear un mundo cerrado y coherente entre sus colecciones. Si entras por las páginas de Hulk (La Masa en las añoradas ediciones españolas de la editorial Vértice), acabarás saliendo por las de Iron Man o el Dr. Extraño. Si un día Spiderman sale a merodear por los tejados de Nueva York, terminará saludando al Capitán América. Y para que eso no cante, hay que controlar mucho.
Pacheco, que tiene 39 años y desde niño era fan enfermizo de los superhéroes que hoy dibuja, recuerda su primera visita al centro de operaciones de Marvel Comics en los EEUU. “Fue algo frustrante. Camelot te decepciona cuando te das cuenta que el Rey Arturo no sabe quién es Ginebra. Resultaba que sabía más que ellos de ellos mismos. Ellos se conforman con mantener su balance económico. La controla gente que no tiene pasión por el pasado de una editorial y eso te choca al principio. Pero en seguida te das cuenta de que ésa es tu baza y que ellos saben qué puedes aportarles: una visión muy fresca y novedosa por esos personajes y mucha conciencia de dónde vienen y qué han sido. Porque tan negativo sería acercarse a los Cuatro Fantásticos, por ejemplo, con esa memoria de su pasado pesando como una losa, como desde una tabla rasa. Pero, como suelo decir, para deconstruir hay que saber construir. Hay que tener en cuenta que cada día puede aparecer un lector para quien ése cómic que lleva cuarenta años haciéndose es su primer cómic”.
Dice de Pacheco su amigo y coguionista Rafa Marín, autor de interesantes novelas de ciencia ficción, que “como autor suele maltratar a sus personajes”. Él asume que eso le sucede con la familia Richards. “Mira, Johnny es el cuñado de un tipo rico, un pijo insoportable que no ha hecho nada en su vida y me gusta hacérselo pasar mal. Richards es un tipo egoísta que sólo está pendiente de su trabajo. Y si pudiera, porque la editorial manda, Susan sería quien era al principio, una Doris Day que renuncia a sí misma, porque siguen existiendo ese tipo de mujeres. Para mí, el más positivo sería Ben Grimm, La Cosa, el feo, el más bestia y tierno de los cuatro”. Pacheco confiesa: “Tengo predilección por los perdedores”.
Carlos es un tipo muy leído, gran cultivador de la ironía, ya padre de familia, que ha tenido que soportar como tantos otros el estigma de ser lector impenitente de superhéroes. En su caso era aún peor, porque encima se acabó ganando la vida dibujando tebeos (inciso publicitario: lean por favor ‘Los profesionales’ de Carlos Giménez o ‘Diario de un álbum’ de Dupuy y Barberian, para saber lo chungo que lo puede llevar un autor de cómics). Pero él, que es consciente de que “la gran tragedia de los cómics de superhéroes es que tienen que evolucionar y no pueden hacerlo porque siempre hay una franja enorme de lectores que se emociona por una serie de conflictos que tienen que ser siempre los mismos”, supo de niño qué tesoro se escondía en aquellos seriales de mascones y rayos cósmicos. “Stan Lee había adquirido el papel de continuador de los elementos de la literatura popular que están presentes en Dumas, Thomas Mallory, Dickens y que hoy continúa gente como Arturo Pérez Reverte. Esos elementos los vi, en esos cómics. Y aunque yo de niño lo que quería era contar historias y no dibujar, el día que descubrí los superhéroes entendí que eran el último reducto de la épica moderna, de unas narraciones en las que se cuenta lo que hacen los héroes, cómo y cuándo lo hacen. Como en el Mío Cid, como en el western”, dice.
Así que ahí tenemos a un chaval convirtiéndose poco a poco en dibujante. “Nunca me he considerado un artista plástico. Lo que siempre me gustaba era recontar las pelis que veía la noche antes que me habían gustado”. En 1969 descubre que existe un medio para contar una historia con dibujos: el cómic. Así que empezó, como todos imitando: a John Buscema, Neal Adams, Alex Raymond, Jack Kirby, Foster... “Uno quiere dibujar bien y que tus cuatro amigos de pupitre digan qué chulo. Poco a poco vas ampliando tu ámbito de acción. Un día ya no te funciona copiar el dibujo ajeno, tu círculo te exige cada vez más. Y acabas, tomando de aquí y allá, logrando eso que llaman tu estilo propio”, resume.
Es un tipo disciplinado. Sabe para quiénes trabaja y no le interesa tampoco el starsystem del cómic ni la dependencia enfermiza de los fans. “A mí me gusta trabajar en grupo, porque me gusta más el rollo rollingstoniano que el julioiglesiano. No me gustan los divos, sino la máquina bien engrasada, donde si falla el batería, la caga el cantante. Tampoco entiendo al autor esquizoide que está todos los días enganchado a los foros de Internet donde los fans te empujan a que hagas esto o aquello con un personaje. Y eso es fuerte ¡eh! Son como un lobby de presión que es capaz de destruirte el episodio cuando aún es un simple argumento. En este caso yo asumo que mi papel es el de nodriza de los personajes. La editorial son los padres. Al fin y al cabo no he inventado los cuatros fantásticos”, dice.
Calla Pacheco una de sus virtudes: revitalizar personajes de los que se habló una vez de soslayo en un tebeo de hace treinta años y darles un carácter protagónico, una técnica que llevó al paroxismo en la serie limitada Avengers Forever. Y tampoco refiere una curiosa anécdota que define a la perfección cómo hacer lo que los jefes piden sin agachar la cabeza. No fue hace mucho. Andaba EEUU en plena cruzada de buenos hábitos cuando se le pidió a la Marvel que sus protas dejaran de fumar. En tebeos ya bastante blancos de por sí, si exceptuamos el curioso detalle de machacarse en cada viñeta, que un personaje como La Cosa fumase habanos era una mancha en la Cruzada Antinicotina. Pacheco recibió la orden: fuera puros. Y lo que hizo fue llevar la realidad a la ficción: un guión donde a Los 4F les cortaban el patrocinio para sus experimentos si La Cosa seguía fumando porque daba mala imagen a la sociedad que lo idolatraba. Así que Reed Richards le dijo a su colega Ben Grimm que o dejaba la nicotina o se quedaban sin pasta. Maldijo, se cargó algunas paredes, se puso parches y se tiró un tiempo más cabreado de lo habitual. Pero acabó dejándolo. Business is business. En la Marvel nadie se dio por aludido: ya tenían lo suyo.

Cuatro pintas y un funeral

Un superhéroe sacado de contexto es como David Bisbal con su meneíto pretendiendo aprobar el examen final de la Royal Ballet Academy de Londres. Ridículo, osea. Así que no hay que tomárselos en serio. Pero en su hábitat un superhéroe no hace daño y muchas veces entretiene. Y son un grupo, pues mejor: como un equipo de fútbol. Los 4F llevan mucho tiempo entrando y saliendo de la zona negativa, el microverso y el edicio Baxter, su cuartel general. Eso sí, envejecen con retardo: sus cuarenta años de cómic no han supuesto ni una década real. Aunque les ha dado tiempo a evolucionar estética e ideológicamente al ritmo de la sociedad. Venga una pequeña sinopsis de quiénes son los cuatro y su archienemigo principal: Dr. Muerte. Aunque se queden otros fuera como Galactus, Anhilius, Los Cuatro Terribles o el SuperSkrull –un alienígena que tenía los poderes de los cuatro- por algo se empieza.

Sue Storm/ La chica invisible: La ‘chica’ comenzó como un bulto acompañante y llegó a hacerse feminista. Es el caso más claro de adaptación a los tiempos. Al principio su poder era muy chorra: se volvía invisible. En la época en la que nació, donde sólo se concebía a una mujer como un bonito y estúpido florero, era ideal. Inspirada en Doris Day, se casó con el líder listo y fue ganando poco a poco protagonismo hasta convertirse en la más poderosa de los cuatro montando campos de fuerza y sacando un alter ego putón. Parió una criatura, Franklin Richards, nn niño con poderes de semidios. Es mona y le han intentado montar triángulos sentimentales con otros, como Namor el Príncipe Submarino, mucho más atractivo que su esposo. Pero, nada. Es de un fiel que ni echándole aspirinas.

Johnny Storm/La Antorcha Humana: Hermano de Susan. Es un absoluto gilipoyas. Rubio, guaperas, niñato, creído de sí mismo, amante de los coches de carreras, ligón de playa, con un sentido del humor de colegio mayor que sólo soporta Ben Grimm, a quien los guionistas le han privado del placer de aplastar al chaval como una cucaracha. Tiene el poder de convertirse en llamarada, volar y lanzar bolas de fuego y otras habilidades circenses. Su poder, visualmente atractivo, es el mayor hándicap para el cine. Si un tío se convierte en supernova, ¿cómo todo lo que le rodea no se chamusca enseguida? ¿De dónde consume el oxígeno? Esto es un infierno...

Reed Richards/ Mr. Fantástico: Marido de Susan. Es tan listo que da grima. Todo el día currando, inventando aparatitos de nombre tan vergonzoso como “nulificador supremo” y alguna solución para los males de la humanidad, que nunca son los que ya conocemos, sino otros nuevos que le organizan los canallas. La lluvia estelar le hizo estirarse y transformar su cuerpo en una goma ultrarresistente y adaptable: entre el supercondón y el blandiblub. Lo dibujaron con la pinta de Rock Hudson y le fueron diluyendo el parecido cuando se supo que el actor reinaba en el Planeta Armario. Se supone que es el padre de su hijo. Pero del sexo entre superhéroes se sabe poco. Y aquí habría madera: ella invisible y el estirándose sin límite.

Ben Grimm/La Cosa: El más fuerte, más leal, socarrón y profundo de todos. Mezcla varios mitos: el de la Bella y la Bestia, al ser un monstruo deforme (su cuerpo está hecho de rocas de color naranja) y tener una eterna novia, la dulce Alicia, que no puede verle porque es ciega pero que le ama por la bondad de su corazón y porque es escultora. Tiene algo de Jeckyll y Hyde, aunque realmente el que se lleva la palma en eso es Hulk, con quien cada cierto tiempo le ponen a pelear para verle salvarse por los pelos. Tiene los ojos azules y un grito de guerra: it’s clobbering time, aquí, Es la hora de las tortas. Tiene sentido del humor y lo hemos visto fumar y emborracharse.
Víctor von Muerte /Dr. Doom: Es un auténtico hijo de puta. De joven era tan brillante como Richards, con quien estudió en un Yale de ésos. Pero a diferencia del bueno, Muerte era envidioso, vanidoso y no reconocía fallos. En una de ésas se metió en un experimento que le acabó explotando literalmente en la cara. Richards le advirtió, pero él, de qué iba a descender al plebeyo mundo. Así que desfigurado, amargado y encabronado, se ha dedicado el resto de su vida a putear a Reed y a los suyos desde su país, Latveria, donde sus súbditos van vestidos de tiroleses y él los gobierna como un tirano y toca el órgano. Protege su rostro desfigurado con una megarmadura. No se conforma con una bonoloto. Tiene una perrera con conquistar el universo bastante importante. Está como una chota.

Los Cuatro Fantásticos los edita en España Cómics Fórum (Planeta-Agostini) desde 1983. Anteriormente, lo hicieron en los años sesenta y setenta la editoriales Vértice y Bruguera. En la actualidad hay tres colecciones editándose: la serie regular a cargo de Pacheco, Merino y Marín; la segunda edición de la Biblioteca Marvel 4F (edición en formato bolsillo y blanco y negro de los primeros cómics del grupo); y una reedición de la etapa que dibujó y escribió John Byrne.

H.M. (Publicado en Tentaciones El país en 2002)

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