martes, 12 de febrero de 2008

Luisés

Luis Vázquez Alfarache es el enviado. No quede duda alguna. Don Luis, además de presidente de la Diputación de Málaga, de ser varón espigado de tez morena y perenne chaqueta azul, parecer como sacado de una fotografía de procuradores a cortes de hace 35 años y de ejercer de militante del PP; don Luis, además de ser injustamente acusado de pertenecer al OPUS, cuando el OPUS se llama Manuel Atencia, su jefe político y uno de los empeñados en sacar de las listas del PP a su semejante, don Luis, además de todo eso, es un mesías. De entrada, es prohombre que no discrimina: todos los seres humanos son iguales ante sus ojos. Ojo: de ésos no quedan. Él tan sólo exige que se sea malagueño, -y en su acepción provincial, no capitalina- y ya tienes el más allá del Centro Cultural Provincial asegurado.
La Casa Común -eso dijo el pasado viernes en al inauguración del emblemático neotemplo cultural: como el PP siga centrándose, a este paso al PSOE sólo le van a dejar bonsais y capullos- de la cultura malagueña está abierta a todos los malagueños de la cultura, "vengan de donde vengan y pretendan lo que pretendan" (ojito, que esto son ipsum verba). Lo dijo con er murá de fondo. Er murá es la capilla sixtina malagueña: la pintó Francisco Hernández tras el encargo de Luisés, al que quieren sus sacerdotes echar de las listas.
En ese precioso fresco están contenidos todos los símbolos de la fe malagueña. Majesteando, en el centro, la patrona, la Virgen de la Victoria - por si ustedes no lo saben hace años estaba matriculada en la facultad de Económicas de esta ciudad y un profesor de la misma, Vicente Granados (rojo tenía que ser) decidió suspenderla porque no asistía a clase; ignoramos si se ha licenciado-, emitiendo potencias concéntricas hacia el espacio exterior desde su roca situada entre los propileos del puerto de Málaga, hecho tan milagroso que hasta las gaviotas -¿señal o lapsus?- huyen despavoridas a los lados. Debajo, un trío de caballeros como marchando al Rocío, dos jabegotes en los extremos y dos infantes boquerones ataviados de provincial folclore. Todos, todos cabemos en ese templo. Luisés nos guiará en pos de la boqueronia prometida. Y pronto, pronto, en aquel barrio degradado, donde el viernes surgían naricillas asombradas y se sacaban cámaras de vídeo para filmar a Celia Villalobos riendo con Luisés, allí, decía, el metro de suelo subirá de precio, se expropiará y se construirá la nueva Malagadén. Pretendan lo que pretendan. Vengan de donde vengan. Y sólo con ser de aquí. Palabra de Luisés.

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