martes, 12 de febrero de 2008

Padres del paraíso

Picasso, Aleixandre, María Zambrano: malagueños de nacimiento, adopción o nostalgia. Creadores irrepetibles y órficos de un siglo que se va. Sufrieron el exilio inerior o físico, voluntario o forzoso. Trascendieron el tiempo con sueños. La ciudad, sin buscarlos o conocerlos bien, empieza a recibir su guarda y herencia. Esta generosidad postmortem debería dar frutos. El prestigio o los beneficios mercantiles los va a recibir una Málaga desnortada en su identidad física e histórica y empeñada en mirarse en espejos inútiles. Los buenos están delante. Habrá que merecérselos. Este fin de semana se conmemoraba el 94º aniversario en Vélez-Málaga de la pensadora María Zambrano con una exposición del genial Ginés Liébana. El interés de la obra de Zambrano crece como un virus de luz en todo el mundo: no sólo genera estudios, congresos y ediciones sino que inspira a músicos de jazz-flamenco: el batería y compositor Guillermo McGuill, habitual de Serrat y Chano Domínguez, prepara un disco-libro "Los sueños y el tiempo" alumbrado por la palabra de la autora de Claros del bosque. Todo ese interés es también contable: dice el filósofo Juan Fernando Ortega director de la Fundación de la escritora veleña que se está notando en el aumento de los ingresos por derechos de autor.Lo de Picasso es obvio. La ciudad crecerá abrazada a su Museo, a su Casa Natal, a su apellido, y verá surgir un mercado de arte hasta ahora raquítico. En el 25º aniversario de su muerte el Ayuntamiento se ha puesto las pilas con exposiciones, ediciones y conferencias. Y por fin Aleixandre, que será estudiado durante toda esta semana. Aquel sevillano de ojos transparentes vivió de chaval varios años en Málaga, en la calle Córdoba, en un inmueble donde ahora hay un bingo para más sarcasmo. Cuando el franquismo le encerró en su casa de Wellingtonia, recuperó la libertad de su infancia con un libro y un poema que convirtió a Málaga en la Ciudad del Paraíso, la de las "calles apenas, leves, musicales", la que "un soplo de eternidad pudo destruir". En los años del alcalde Pedro Aparicio, que gustaba que la ciudad se pareciera a la metáfora y no al revés, nos pusimos el paraíso en la solapa y se hizo eslogan del verso. Qué poco ha recibido hasta ahora el poeta, que vive en multitud de sitios de Internet y casi exclusivamente en inglés, de derechos de autor. Él, que imaginó una ciudad volando con las alas abiertas. Cúanta deuda.

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