martes, 12 de febrero de 2008

Málaga rompe

No es eslogan a lo megachicle para chavalines, es un puñetero hecho. Málaga rompe más que nadie en España. Málaga, que está "plenti de la butibamba" como ciudad de desenfreno, relajo y paso, es perra, en cambio, como escenario de matrimonio estable. Aquí el personal rompe -mejor se divorcia- como en un país europeo. Mientras la media del resto de España aún es de pata quebrada en casa, en esta ciudad se salta hasta cojeando. Duplicamos aquí -por ser ciudad abierta, tolerante y de mayor índice de empleo femenino, dicen los psicólogos- la media nacional de separados. Y encima subimos a segunda, oímos a Carlos Santana en un concierto dar gloria y marcha musical y santificarnos contra las tres "pes" (Papas, patronos y políticos) por el mismo precio: entre tanta armonía y paz interior dijo algo que fue aplaudido sin reservas: "no le tengan miedo a las mujeres". Y vetamos en consistorio a Cela por la cagada del orto (¿por qué los machitos sitúan su honor en un lugar tan escondido?) o montamos un pollo entre Celia y Christine Picasso digno de Le Monde Diplomatique: Málaga rompe. Lo de que las sentencias de divorcio sean tan elevadas en la ciudad del paraíso (2.218 resoluciones en 1997) certifica las pocas ganas malaguitas de aguantar un infierno por infidelidad, depresión, falta de atención, crisis económica, malos tratos o pérdida de la autoestima: las razones no cambian. Y bienvenidos sean los síntomas que suenan a puesta en cuestión de cosas como resignación cristiana, todo por los hijos o el a dónde voy si me separo. Pero también cuentan esos números que el personal no aprende: sigue casándose con testigos para luego contratar a un abogado y dejar que un juez te parta el crío, el chalé y tu derecho a ser libre por la mitad. No sólo se trata de quedarte con la carne hecha un aeropuerto de tristeza, con el carácter un invernadero de rencor y desconfianza o con la autoestima en bancarrota. Se trata de saber por qué se sigue aherrojando tan fieramente la vida en cuanto las endorfinas se disparan. El matrimonio es sólo negocio para abogados o detectives.Junto a esos datos leemos un reportaje sobre la asociación de separados malagueños Canaletas. Personas que se unen, como alcohólicos anónimos, para superar el trance. Ser separado no debiera ser categoría: pensar en el matrimonio como aspiración, esconde tanto una gran incapacidad para aguantarse como unos niveles de autoignorancia asombrosos. Hoy el matrimonio debería ser excepción. Tristemente, acaba siendo un estado de sitio. En algo somos pioneros, después de tanta prisión.

No hay comentarios: