Una de las diferencias entre un político y un creador es que éste pide explícitamente que oigan, lean, miren, atiendan o entiendan lo que ha hecho y el político utiliza subterfugios para simplemente seguir estando, aunque sea para continuar no haciendo muchas cosas. Juan Luis Galiardo pedía el otro día desde Málaga asistencia a su interpretación en Las últimas lunas de un hombre que al final de su vida se da cuenta que se ha quedado solo de tanto utilizar a los demás negándoles su ternura. Decía el gaditano que un actor que no pide con pasión que acudan a verlo actuar es, al igual esos escritores que aseguran que no les interesa ser leídos, un hombre sospechoso.Los políticos piden que prorroguemos su estancia, con un único argumento: el otro lo haría peor todavía. Comparten con los artistas una dependencia fotográfica que más que criticarse debería compadecerse. Así Luis Vázquez Alfarache, candidato a la reeleción como presidente de la Diputación por el PP, pedía atención de forma sibilina el jueves fotografiándose con Amaya Ruiz, la hija de Dolores Ibárruri, en la presentación de una gran exposición sobre La Pasionaria que había traido el gobierno popular de Diputación pero que no podía verse hasta el día siguiente en el Centro Cultural Provincial. A la inauguración ya no fue ni Alfarache, ni los del PSOE, que iban a verse rodeados de comunistas. Para esos menesteres mestizos se quedó Diego Maldonado, el de Cultura. Esa fue una emocionante reunión, donde Antonio Romero mostró una vez más su habilidad mediática. Su Sencillísima se apontocó junto a la fotografía donde se le veía joven durante la celebración del congreso del PCE en el que fue elegido secretario general Gerardo Iglesias. Allí que se instaló Romero, sabedor de que las cámaras iban a reincidirle. Ellos creen en cierta máxima: una foto, un voto.Allí, también, un veterano rojo de Torrox repartía invitaciones de la presentación de la segunda parte de La caja de los hilos. Javier Núñez se lamentaba de que su primer tomo, que mandó a todos los suplementos literarios, no hubiese recibido una sola reseña. No por malo el libro, más bien todo lo contrario, sino, él lo sabe bien, porque el equilibrio entre importantes e ignorados rara vez se rompe si no se hace ruido suficiente. Núñez pedía lectores para su libro, con el orgullo del que ha contado bien la historia de su pueblo, un pueblo pequeño. Otros piden por pedir. Recuerden el refrán.
martes, 12 de febrero de 2008
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