martes, 12 de febrero de 2008

La Quinta del Bokerón

Once escritores, un pintor, un editor y un librero malagueños publican una novela colectiva a beneficio de una ONG

"Esta vez la alcaldesa ha ido demasiado lejos". La frase, en boca de un policía municipal que investiga un presunto escándalo de tráfico de órganos, se refiere a una Celia Villalobos de ficción y cierra el penúltimo capítulo de la novela El nadador: un experimento-juego donde once manos diferentes han ido construyendo la historia del emigrante marroquí Karim quien un buen día desembarcó en patera en las playas de Málaga para iniciar una espiral de intrigas delirantes que ha tenido un padre por capítulo. Justo Navarro, Antonio Soler, José Garriga, Félix Bayón, Rafael Pérez Estrada, Guillermo Busutil, Alfredo Taján, Francisco Fortuny, José Antonio Mesa, Juan Campos Reina, Juan Manuel Villalba componen el once que ha dado forma a este singular y lúdico relato colectivo.
"Sin la filosofía tan mediterránea de integración y tolerancia que da la ciudad y tienen los elegidos no se habría podido jugar", asume Juan Manuel Cruz, propietario de de la librería malagueña Rayuela, impulsor de un proyecto cuyos beneficios de ventas irán destinados a la ONG Málaga Acoge. Cruz propuso en la primavera del 97 a once escritores malagueños participar en el relato de una historia donde cada uno escribiría un capítulo, conociendo exclusivamente lo que habían hecho sus compañeros anteriores. Los éxitos y premios de la Quinta literaria del Boquerón avalaban la empresa. Cruz, que encargó al pintor Paco Aguilar las ilustraciones, acepta los símiles futbolísticos. "El mérito es del equipo, de los escritores", dice en plan entrenador: "pero, en todo caso, como Bobby Robson, que se limitaba a dejar que los jugadores sacaran su talento", añade.
Recién puesto el punto final, la novela será presentada en Málaga por Carmen Calvo el 27 de mayo antes de la Feria del Libro. A Francisco Arguelles le entusiasma que su editorial Arguval reúna en un librito de 95 páginas por 700 pesetas "a la flor y nata de nuestra literatura: lo de Málaga es inusual, este buen rollo entre escritores, libreros y editores en Madrid no te lo encuentras".
"Partiendo de programas estéticos diferentes e independientes, sin tener conciencia de grupo, somos gente que nos gusta reunirnos, por eso creo que ha salido esto, más que nada un ejercicio de amistad" avala Justo Navarro. Bayón corrobora esa tesis: "nos ayudamos mucho, nos buscamos editoriales y presentamos agentes literarios; cada vez que otro gana un premio yo me alegro como si ganase el equipo de fútbol mi pueblo". Lo cual no quita para que se hayan hecho "putadas" a la hora de dejarle el relato en suspenso al siguiente: "¿qué vas a hacerle al moro?" ha sido pregunta habitual entre los autores. O se hayan dedicado chistes privados. Así Taján describió a una abogada leyendo a pie de piscina el gran poemario de Justo Navarro "Los nadadores", mientras escuchaba a Brian Ferry, cantante fetiche de ambos. El lector, en cualquier caso deberá descubrir quién ha escrito cada capítulo. La idea de Bayón de sortear un jamón entre quienes lo acertaran no prosperó, sospecha, "por falta de seriedad o de presupuesto".
Todos coinciden en el autor más identificable: Rafael Pérez Estrada. "Si el estilo es el hombre, es cierto que el ego quiere dejar siempre su señal", asume él mismo. El autor de "Siete elegías mediterráneas" valora el resultado como "una novela divertida y moderna, hija de la imaginación prodigiosa que alienta esta ciudad, y que recupera una tradición de las vanguardias históricas yendo más allá del cadáver exquisito surrealista que se aplicaba sólo a la poesía y el dibujo". Taján abunda en esta idea y defiende que "está bien escrita" para señalar el valor de "este experimento original que nos ha obligado a permeabilizar lenguajes en función de un objetivo colectivo". El barcelonés Garriga Vela fue el encargado de revisar la novela final, y aunque algunos como el poeta José Mesa creen que "no pasaremos a la historia de la literatura por El nadador", el autor de "Muntaner, 38" la defiende con un dato: "no tuve que cambiar una sola coma".
H.M. -Como todo (Publicado en El País. mayo 1998).

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