martes, 12 de febrero de 2008

Gaudeamus

Martes, 1 de octubre. Apertura del curso Académico en Málaga. El Teatro Cervantes reúne a la crema tostada de su flor y nata institucional. Doctores y doctoras lucen togas de brillantes y hermosos colores, rematando sus cerebros con birretes a juego coronados de pompón y flecos. Ni Moschino ni Gaultier se atrevieron a tanto. Una ocurrencia: los flecos suelen utilizarse en moda para cubrir entrepiernas de corista y cerebros de doctores: ¿serán ambos órganos eróticos? Entre el público, se sienta la alcaldesa Villalobos, sin birrete ni toga. Traje de chaqueta azul y falda a media pierna. Ella anda jugando estos días al Monopoly con el Magnífico Díez de los Ríos acerca de los terrenos de Teatinos que el Ayuntamiento promete ceder a la Universidad, si es posible, dándole un pelín por saco a Manuel Pezzi. Junta y Ministerio asisten a la partida estirándose menos que el hidalgo de Lázaro de Tormes. También entre el público, vemos a Luis Vázquez Alfarache, el suprapresidente de Diputación. Varón alto, de rostro enjuto que casi le resbala por la canina, bien despachado en lo nasal y en cetrino semblante. Luce chaqueta azul derecha para ir delante de un trono. Sufre en silencio perderse la Hora del Angelus, que dicen que el pío president no perdona una cita apostólica. Vázquez y Celia no se llevan bien. Más bien se caen como el culo, que diría un castizo. Aunque ahora la consigna sea "somos una Pepepiña, no busque usted más resquicios". Más bien son una bomba.
Vuelta al espectáculo. Aseguran los datos numéricos lo mucho que crece la Universidad de Málaga. En el reino de las paradojas, sus prohombres -rectores, vices, decanos, subvices- celebran tal dinamismo como una convención jurásica. Si el saber no ocupa lugar, sus símbolos sí: varios armarios. El coro de fondo, celebrará en latín, el idioma de moda, la modernidad de este núcleo del saber con vocación de INEM privado. El Secretario General de la UMA, Alfredo Rodríguez, describe entonces con prolijidad y orgullo la aritmética del crecimiento, el hemos hecho tanto y cuánto. Su intervención constata que el movimiento, contado, parece inmóvil y aburre. Después de que los nuevos doctores estén a punto de perder sus birretes en la recogida de diplomas, el catedrático Florencio del Castillo dicta una lección inaugural donde celebra su pasión por las matemáticas. En los pasillos del Cervantes los desapasionados fuman y cuentan chistes. En el patio de butacas hay agentes dobles: Antonio Garrido concejal y cátedro, destaca más que nadie. Muchos más hay de doble condición, pero no lo llevan de manera tan profesional sino como un voluntariado activo. En los palcos del segundo piso, una docena de estudiantes, disidentes y poco afectos al Magnífico, escuchan de pie cara a la pared la "jalalala radical" que surge desde el escenario. Visten con desaliño neohippie y explican luego: la performance significa que piden la dimisión del Rector. El nivel cultural ha aumentado gracias a la universidad: a Martín Delgado, José María (exrector de la UMA y exconsejero de Cultura, rector ahora de la UIA, una universidad sin alumnos: él sabrá por qué) le lanzaban huevos en los inicios de curso. Ahora se está más concienciado con el colesterol y la salmonellosis. El rector, vestido de negro Jano, alterna faz amable con rostro Corleone, según mire a doctores o alumnos. Entrega su discurso y dice: "Alzaos y cubríos". Y gaudean igitur todos a una. Te alabamos, Rector.

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