martes, 12 de febrero de 2008

Que se besen

Cuatro años, llevábamos los malaguércidos, habitantes de "esa utopía llamada Málaga" que dijo el sábado en la pedida de alcaldarse mi alcaldesa, esperando ese beso. Cuatro largos años de congoja y división de plata be. Cuatro años con sus días y sus noches enteras, huérfanos de beso bálsamo entre las dos Málagas separadas por la Historia y la pasta y unidas luego en la farra de ese agosto al caló de Ricky Martin. Oigan: cuatro estíos ha, que el concejal de IU José Luis Portillo, el más amado discípulo de su Santa Sencillísima, ay, don Antonio Romero de la Roja Galguería, negó hosco los labios de bella arruga de doña Celia Villaloba en la constitución del consistorio de entonces. Fue aquél gesto de mucha trascendencia.
Y lo fue, porque con lo que le gusta a los muchachos de izquierdas retozar en privado con las chicas de derechas y su crin mechada de rubio -y viceversa: así es la lucha de clases-, el despecho de Portillo lo interpretó su grey como el gesto de un líder: se acabó el magreo entre IU y PP. Y eso después del calentón de la pinza, qué chungo. Sobrevinieron plagas: lo del conde Lecquio y hasta lo de arrancar las porterías y trocearlas para festejar el ascenso del Sevilla -"a ver quién para esta alegría desbordante", decían comprensivos los colegas de Canal Sur TV- viene de ahí, pero es largo de llevar para el terralazo que hace. Todo por un beso negado.
Sigamos. Pues un cortarse las venas de caló nos atocinaba a los maligures, cuando el pasado sábado, recién llegados a la Era del Espeto -que vamos a tener diálogo hasta con mayoría y el PP va a apoyar al PSOE en lo de la capital cultural en Málaga para el 2.006, y tendremos un bulevar como el Paseo del Prado con museos en el río Guadalmedina, qué pasa chavales, que lo dijo Paco de la Torre, vicealcalde de Mi UltraMálaga la Superplus-, decía, Celia se llevó primero a los labios el pomo del bastón de mando y luego miró tiernamente a Portillo. Y él, más hombre, cuatro años después, con menos concejales por delante y sin Su Sencillísima por detrás dando doctrina, le sonrió. Y se besaron, abrazaron y pellizcaron y no siguieron porque hacía mucha caló y allí estaba don Pedro Arriola, el marido, gran autor de presidentes (su Aznar lleva cientas semanas liderando las listas de los títulos de ficción). "Málaga será próspera con todos o no será", como la belleza convulsa, leyó doña Celia con traje marfil aconsejado por su hija Vanessa. Los ediles gritaron jubilosos. Sólo faltó la caravana de Pedro Rollán.

No hay comentarios: