La casa es suya

La llevas a Suiza y es capaz de meter ella solita a los helvéticos en guerra. Doña Celia del santísmo acorralamiento, debería más bien estar en cuarentena, porque cosa y casa que toca entra en delirio. Debe tener, como los superhéroes mutantes, poderes aún no dominados que pueden acabar hasta con su propia testa, que con la del subdelegado del gobierno parece que va a haber que gritárselo en mani para que se entere: Cabezas no se va y encima se trae a más amigos a su casa. Recuerda a su 'compatridota' Kiki Berbel: por más que se les avise saltan por peteneras, que es cante que trae mal fario sacarlo de la entraña. Lo del Palacio de la Aduana y el Museo de Bellas Artes lo ha liado ella solita: como si un amigo nos presta su garaje en tanto alquilamos uno, y tú en agradecimiento le llenas de pasquines el barrio exigiéndole que deje su casa para los hijos de tu amiga. La pataleta municipal con estar en las fundaciones Picasso que hace la Junta también tiene esa cosa que dicen los hombres que se les hinchan cuando les tocan las narices. Alcaldesa, qué tino: que hasta de un santo varón aliado como el deán de la catedral, Francisco García Mota, arrancaste un improperio que lo mismo lo lleva al infierno. Inauguró doña Celia el pasado martes a socapa el nuevo Museo catedralicio, con dineros pagados por la empresa municipal Promálaga que nadie lo discute, en un día donde andaba de viaje el propio deán. Así que García Mota cuando supo que le inauguraban un cuartito de su casa sin él, gritó que estaba hasta las mismas glándulas de la biznaga de la Villalobos, que, aunque pío, es hombre el hombre por la gracia de dios y dos que se pongan. Lo de la Alcazaba ya parece fantaciencia: que el ayuntamiento haga un túnel que acabase tirando abajo la fortaleza -cogestionada por ellos mismos- que recuerda que aquí reinaron los musulmanes más que los católicos, mandaría más de eso que Trillo tanto repite.
Menos mal que ha contratado a Natacha, la hermanísima, para hacerle los quites. Porque Celia es que no da abasto con tanta casa ajena y tanta casta varonil. Como si sólo suya fuera.