"Soy el Antonio Gutiérrez de los personajes de ficción", dice Luisito Sanjuán, al que se le ha subido el pavo desde que protagoniza una nueva novela, ¿Quién teme a Papá Noel?, la colectiva que el otro día presentaron en acto organizado por el Aula de Cultura de Sur los del lobby literario bokerón. Luisito apareció vestido de Papá Noel y arengó en plan Espartaco Walessa. "O se reconocen nuestros derechos o iremos a la huelga y las novelas se quedarán vacías, no es ninguna broma", amenazaba un tipo al que todavía permiten enseñar historia en un colegio malagueño. Luisito Sanjuán quiere "controlar el gremio de la novela erótica", por ver si en capítulos se come el pimiento que la realidad le niega. Y además los escritores le han contado que el próximo año van a hacer un congreso de personajes literarios en Barcelona, presidido por él y otros seres de doble condición como Paco El Textil -otro personaje de Soler-, Manolito Gafotas o Enrique Montoya, un personaje del catalán Carlos Cañeque, que como no le debe ir bien escribiendo ha desarrollado habilidades como pianista e imitador de trompetas. Una pena.Y mientras los escritores, en babia. Antonio Soler, mentor de Sanjuán, supone que la cosa está controlada. Garriga Vela alobadito mientras su novela ¡Quieto! sale. Rafael Pérez Estrada, como le ha dado por publicar una joya literaria mensual -la semana pasada fue El ladrón de atardeceres, que presentó ¡sí!, Antonio Garrido, esta vez en su identidad de crítico literario- está más divino que nunca. Sólo Félix Bayón alertó del peligro que representa Luisito. Y zahirió a sus compañeros para bajarlos de la nube. Dijo de Soler que era "un buen chaval, que escribe correctamente, pero que está muy sobrevalorado y se lo ha terminado creyendo". De Ruiz Noguera que era "un trepa". Los ilusos se rieron mucho, pero la cosa es grave. A Pepa Flores, que recobró la voz pública el pasado jueves en una exposición de retratos de Antonio Montiel adobada de una delirante colección de objetos kitsch de cuando era Marisol, le ha costado tela superar el síndrome ficticio. Aseguró sentirse "malagueña hasta las trancas", y que lo que más orgullo le hacía sentir era "haber nacido en un corralón de Capuchinos con 57 familias más". Pero es que lo de esta mujer es caso aparte. Porque si los ficticios se sindican, los Chaves, Villalobos, Clemente o Romero saltarán de los titulares cada vez que no les guste el enfoque. Yo empezaría a preocuparme.
martes, 12 de febrero de 2008
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