martes, 12 de febrero de 2008

Televersión

En la misma semana que una malagueña ganó el premio de la Crítica por un libro de versos, vemos la televisión andaluza. Un jueves nocturno en Canal Sur, hombres de televisión y hombres de reflexión -a veces coinciden- debaten sobre campos asumidos como dicotómicos: televisión y cultura. La charla ilustra un documental ficticio con voluntad de fábula de Basilio Martín Patino. Su "El jardín de los poetas", además de ponerle las tripas al aire con socarronería a los hombres del medio, esos que justifican la catetez y la falta de respeto con un "no te olvides que estamos en televisión", lanza una evidencia: no es que la televisión sea reacia a la cultura que deviene de otros géneros, pero haciéndola de la forma que se hace es imposible que lo reflexivo o lo sutil se instale entre shares.Los hombres de la cultura que acuden al debate no son talibanes de biblioteca, como a veces se empeñan esos gurús avanzados del espectáculo catódico a quienes jode la película de Patino y la obvian. No: todos nacieron con el cine y la televisión. Y así Carlos Colón, recordaba a las estrellas que no está de más contener su bazofia, porque "las conquistas éticas son siempre frágiles".No es necesario que la tele tenga que ser templo de metáforas. Para qué darle más poder. Pero sí es lógico añorar sus capacidades educativas. Cascales, Colón y Benítez Reyes intentaban convencer inútilmente a los Lazarov, Navarro y Lobatón que se puede entretener sin explotar la zafiedad, el dolor o la ignorancia. No hace falta nacer en Avalon para crear belleza ni se puede encerrar en reserva todo lo que aspire a que cultivemos las ideas y las emociones. No es culpable el vehículo y el género. Cuando Lorca escribió el Romancero Gitano, muchos poetas amigos le tiraron con bala: eso es folclorista y fácil, decían, cuando querían decir "este cabrón gusta a hasta los que no saben de metonimias". En esta feria de exclusiones es bueno recordar la generosidad de María Victoria Atencia dedicando su premio a Ángel Caffarena, a sus privilegios, a su ciudad "que no es tan madrastrona como dicen". ¿Sincera?: es preferible esa educación sajona a la bilis derramada, al sincretismo ignorante o a las tesis excluyentes. Dejó escrito esa mujer: "Soy el vacío ya. Ni una voz me sostiene". Y eso, aunque incierto, no hace daño leerlo. Ya es primavera. Y los jóvenes recitan a Cernuda y Cavafis por la tele. En medio de la publicidad.

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