martes, 12 de febrero de 2008

“Los escritores, cuando ganan pasta se vuelven de derechas”


Entrevista a Peter Viertel


“El señor Peter les espera fuera”. Avisa una de las chicas que trabajan en el Club de Golf Río Real, una de ésas urbanizaciones de Marbella que quitan el hipo y que no habrías visitado jamás porque tu reino no es de este mundo. Su forma de presentarlo denota que, aunque ella es muy joven, sabe bien que nuestro objetivo es aquí una institución. Y aparece Peter Viertel con jersey de pico azul, camisa amarilla, pantalón vaquero y deportivas Nike. Sus andares y las manchas en el dorso de las manos le delatan algunos años, sin duda, bien aprovechados. Su forma de hablar, su ironía finísima, su decisión revelan que siempre ha hecho lo que ha querido. Dice tan bien los tacos que entran ganas de emborracharse con él.
Bromea en un idioma que no es el suyo. Habla casi siempre en pretérito perfecto, aunque algo haya sucedido hace 60 años, pero advierte cuando sospecha que no ha dicho algo bien. Y siempre acierta. Tiene el carraspeo de un hombre de 87 años de origen alemán y acento yanqui. La editorial cordobesa Berenice acaba de publicar una de sus novelas favoritas en español, Una bicicleta en la playa. Publicada por primera vez hace ya 45 años, la novela, con gran contenido autobiográfico, narra la peripecia amorosa y vital de un adolescente alemán emigrado con su familia a la próspera California norteamericana y que se enfrenta al mundo del amor, el deseo, la política, el mundo del cine, los secretos, los celos, la familia y las convenciones sociales con sonidos bélicos de fondo: el ascenso de Hitler y la Guerra Civil española.
Hablamos, bajo un emparrado de su porche, de los años, del Hollywood dorado donde fue guionista de películas míticas como La reina de África o We Were Strangers (Houston), Sabotaje (Hitchcock), El viejo y el mar (John Sturges), Fiesta (Henry King), o inspiró filmes como El hombre que pudo reinar o Cazador blanco, corazón negro, basado en su propio best seller, que dirigió para el cine Clint Eastwood.
La tarde es hermosa. En algún lugar de su casa, descansa su esposa, Deborah Kerr, una de las mejores y más hermosas actrices de su generación. Dos gatos merodean. Los ojos del señor Peter han visto mil batallas.
P. Así que Una bicicleta en la playa es su novela favorita…
R. Ha sido la que más cerca está de mi corazón. Expresa mejor mis debilidades que mis talentos. Su precio no es muy grande y el placer y la satisfacción que produce leerla es mucho más grande. Es una novela que se defiende sola. Le gusta mucho a la gente.
P. Dicen que la zona de California, donde se sitúa la novela, se parece a Marbella.
R. Sí, Santa Mónica es un lugar muy parecido a Marbella. Sólo que se ha defendido mejor del tiempo y de los ladrillos. Allí no había Incosol ni tantas carreteras.
P. En su novela la Guerra Civil española aparece una y otra vez como un símbolo.
R. En aquella época todos queríamos combatir en España por un cierto esnobismo. Eso era lo cierto. Además fue realmente la primera victoria del fascismo, de Hitler.
P. Se habla mucho de la crispación política española actual ¿Después de cuarenta años viviendo aquí ve similitudes con aquel tiempo?
R. Nunca se sabe lo que va a pasar en un país. Eso es difícil que se repita una guerra civil de nuevo. Pero el tono que existe es muy malo y da miedo. Lo que está haciendo el PP es ridículo.
P. ¿Y la política de su país?
R. Cuando mi familia llegó a EEUU ya existía la mezcla. Todos queríamos ser americanos. Es un país cuya fuerza reside en la mezcla. Pero ahora tenemos un presidente que sólo es el favorito de cinco idiotas.
P. ¿Sigue siendo un hombre de izquierdas?
R. Debe ser porque no vendo muchos libros. Los escritores cuando gana pasta se hacen de derechas. Yo creo que es difícil ser escritor y facha al mismo tiempo. Para escribir necesitas los sentidos abiertos. Y si los tienes abiertos, es difícil ser facha.
P. ¿Qué le ha dado Hollywood?
R. El glamour es divertido, pero no me interesa. Lo que me ha dado es dinero para poder escribir novelas. Y una esposa, que es la mejor actriz que haya conocido.
P. ¿Escribir para el cine o escribir novelas?
R. La literatura y la escritura cinematográfica no tienen nada que ver. El cine es mucho más fácil. Eso sí, te da un dominio de la estructura ideal para las novelas. También siempre tuve facilidad para escribir diálogos [su padre fue autor teatral reconocido en Alemania]. Todo lo que aprendí de escribir guiones me lo enseñó Hitchcock en una hora. El gordo tenía que conseguir un script de un argumento. Se vino al cuartucho donde yo trabajaba y en una hora me enseñó cómo va eso de la estructura. Estuvo bien porque eligió mi guión frente al de Dorothy Parker y otra gente.
P. Llama la atención que se haya decidido a aprender el idioma. Muchos compatriotas suyos que viven en la costa no se dignan a hacerlo.
R. Mi español es asqueroso. Como tengo mucha cara lo hablo. Con cara se habla cualquier idioma. Lo aprendí con la gente del toro que conocí por Hemingway. Luis Miguel Dominguín me decía “tú no has aprendido español, te lo has inventado”.
P. Usted se llevaba bien con John Houston, que tenía fama de duro, a pesar de que en su novela Cazador blanco, corazón negro le da bastante cera…
R. En la literatura no hay amistad, hay que escribir lo que uno puede. Cuando la acabé lo primero que hice fue llevársela. Me recibió en un rodaje y lo paró y se leyó la novela en una noche. Le dije que si algo le molestaba, lo cambiaba. Y me respondió que el final era blando y que su personaje no era suficientemente hijo de puta. Y me dio una idea para el final. Era su manera de demostrar que era más duro que yo.
P. Luego la dirigió Clint Eastwood.
R. Para entonces yo era más viejo y calvo. Clint es un director muy serio en sus relaciones con el estudio, todo lo contrario que Houston… Un tipo honrado. Le intenté convencer de que rodara una escena del principio de la novela que yo veía fundamental para la historia. Pero no me hizo caso. Es típico de los directores: quieren que el escritor de la novela esté muy lejos o haya muerto antes.
(P. Una de las mejores películas que guionizó fue La Reina de África. Compartió rodaje con Houston, Bogart, Katherine Hepburn… Ahora se comenta que la relación amorosa entre ella y Spencer Tracy intentaba ocultar la homosexualidad de ambos.
R. Ah, Kate era fantástica. Valiente, guapa para llorar, inteligente, con clase… Eso que dices es una estupidez. Hoy se pretende que todo el que tenga o hay tenido fama sea maricón (sic). Es ridículo. Ella era más fuerte que Spencer, que era muy buen actor y muy divertido, pero mucho más débil. Le sacó del alcohol.)
(P. En su novela, el personaje del adolescente que está basado en usted mismo, le pega en una escena un bofetón a su amante, una mujer casada trece años mayor y se tira gran parte de la novela lamentándolo.
R. Sí. Pegar a una mujer es siempre una equivocación. Aunque sientas que muchas veces se lo merezcan, no puedes hacerlo.)
P. Lo cierto es que más que en la literatura o en el cine, donde usted es un ídolo es en el mundo del surf. Fue el primero en introducirlo en las costas francesas en los 50 y luego en España. Y se conserva usted de lujo.
R. Una de mis pocas virtudes es que nunca he sido autodestructivo. Sí, es cierto. El surf es un deporte muy puro. Bastante místico. Quizás por su sencillez: sólo hace falta el mar, una tabla y la cera para untarla.
P. ¿Y cómo no tiene más fama como escritor?
R. Mi problema ha sido siempre el conflicto entre la vida y el arte. Y he elegido siempre la vida. No he escrito las suficientes novelas. Y no soy ni un autor ‘literario’ ni un autor de best sellers. Me quedo con esa cita de Hemingway cuando decía que había escrito para la gente que mueven los labios cuando leen.

Una bicicleta en la playa

Lo primero: todo un acierto de la editorial Berenice publicar por primera vez en español esta historia de amor en tiempos de guerra en una traducción muy solvente de Carmen Acuña y Marcos Rodríguez. Lo más interesante de Una bicicleta en la playa –de la que su autor confiesa que Garci le tienta para llevarla al cine– es su fluidez y la capacidad para retratar una época -años 30 en los albores de la segunda Guerra Mundial- y las situaciones de desasosiego y desorientación del personaje principal, un adolescente alemán emigrado con su familia a Estados Unidos en su verano del amor mediante el diálogo y la descripción de personajes y escenarios. Novela que se hace amiga mientras te convence de que la dejes hablarte, Una bicicleta describe el conflicto entre el deseo sexual y los anhelos de un chico que se enamora de una mujer casada doce años mayor que él. Partidos de tenis, encuentros sexuales furtivos, starlettes desahogadas, aristócratas europeos venidos a menos, radios que escupen la guerra como una amenaza que ensombrece a los adultos y enaltece las discusiones ideológicas de los jóvenes que ven en las armas un motivo romántico al que acogerse y el conflicto de una familia judeoalemana que ve cómo los chicos jóvenes se sienten valedores de un país que entonces era el colmo de lo moderno mientras Europa se desangraba por todos lados. Una excelente elección para este verano. No hay códigos secretos, curas asesinos ni platillos volantes. Qué alivio.

H.M. (Publicado en Mercurio. 2007).

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