Sale un viernes Antonio Banderas al sol de la playa de Los Monteros de Marbella, y a la mañana siguiente en las playas de El Palo ya se imita el nuevo atuendo de El Breva, que así le llamaban en los tiempos de la pandilla por la potra que gastaba a este buen hombre seductor y trabajador, que ahora quiere adaptar al cine una novela de Gamel Woolsey sobre la guerra civil en Málaga. De aquella panda salieron mimbres apañados: el compositor Antonio Meliveo, autor de la banda sonora de Solas; Miguel Gallego, compañero de ambos en el grupo Dintel y director del Teatro Estable de Málaga desde hace diez años, o el escritor Antonio Soler, -le decían entonces El Pajarito- quien ha ganado un premio por cada novela escrita. En nuestro estado civil de piterpanes damos por sentado que el hábito hace al monje: si nos ponemos en calzoncillos delante de un caballete quizá nos salga un fauno de un solo trazo como el que Pablo Picasso vendía por muchos ceros y retrataba André Villiers. Sea usted Banderas: sus deportivas grises y amarillas en la mano izquierda, en la derecha la izquierda de Melanie Griffith -"que abandera una espléndida figura pese a su múltiple maternidad", dice Antonio Montilla en crónica para diario Sur-, sus gafas de sol, su bañador Nike, rojo y azul, a cuatro dedos sobre rodilla, su camisa blanca, cuatro bajo el codo, y su gorra alba. Vístase, mole un huevo en cualquier playa, apriete crazy la mano de su Vitoti y le brotarán paparazzis. Celia Villalobos, ese animal mediático que ejerce de alcaldesa, fue el lunes a la inuguración de la colección de paisajes de Tita Carmen Cervera de Thyssen. Como si hubiese estado a pared llena de jamones: con Tita hay foto. Celia es la Cipollini del flash. Nadie sabe cómo, pero chupa cámara la primera, aunque se vista para pegarle. A Carmen Calvo, que le cuesta sacar los codos, la sacó del instante decisivo, mientras Tomás Llorens hablaba en vano de escuela veneciana. Otro modelo, un pelín más caro: el rey Fahd de Arabia Saudí, que volvió a Marbella tras doce años rodeado de toneladas de ceros en equipaje, séquito y habitaciones de hotel. En El País Semanal, Jesús Domínguez, relataba ayer cómo Pepa Flores, eligió el anonimato para crecer. Los modistos de la nueva Cenicienta sintieron una estaca en el corazón, ése que ella cantó que tenía tan contento y lleno de alegría. La Pepa, claro, es otro estilo. Cuesta y da menos pasta. No hace falta disfraz, ése es el problema.
martes, 12 de febrero de 2008
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