Viernes noche. Bar del Hotel Larios de Málaga. El filósofo Paco Jarauta traza las líneas actuales del arte contemporáneo, dando una lección subliminal de cómo las maneras de mirar y los códigos de análisis del hecho artístico se han quedado, en general, obsoletos. Nos cuesta hacer preguntas pertinentes para obtener respuestas útiles. "Una persona son las preguntas que hace", decía el martes un Carlos Sanjuán "empalmado" de jacobinismo borrelliano junto a los cuadros embalados del Bellas Artes. Habló Jarauta de un bar berlinés donde para entrar debes escribir en un folio tu opinión sobre un suceso diario que el dueño del local elige: para beber allí debes ejercitar la difícil experiencia de pensar lo que piensas de las cosas.
Tras la conferencia el público opinaba de un suceso opinable: el encargo al pintor Francisco Hernández por parte del presidente de la Diputación de Málaga, Luis Vázquez Alfarache, del PP, de un mural de inspiración mariana para el centro cultural de Diputación, sede del centro de la Generación del 27. Dos críticas ha recibido el presidente: la contradicción entre el tema religioso del mural y la aconfesionalidad constitucional de las instituciones y el que tanto ese mural como otros cuatro cuadros más hayan sido encargados a dedo.
Pero lo peor es la negativa de Vázquez a hablar con este periódico y su empecinamiento en que le defienda el diputado de Cultura, Diego Maldonado, que nada tuvo que ver con el hecho. Las defensas que le preparan son débiles: los pintores elegidos tienen reconocido prestigio -no dice para quiénes- y se respeta la libertad de creación de los artistas elegidos: si alguno, haciendo uso de esa libertad, hubiese pintado a El Cautivo tomando La Giralda -el antisevillanismo malagueño es sentimiento constatable-, ¿se hubiese aceptado igual?
Y así sólo sabemos de los gustos estéticos de Vázquez Alfarache, que concide con el ex-alcalde socialista Aparicio en cuál es su pintor favorito, y los símbolos que para Paco Hernández -¿también para el presidente que encarga y celebra?- conforman la identidad local: gaviotas, Virgen de la Victoria, niña flamenca oferente, anciano verdialero y cuatro viriles personajes, tres caballeros con tirantas rojigualdas y un jabegote. También hemos aprendido que a Vázquez le asusta su propia opinión o no la tiene clara. Y ésa, junto a la búsqueda desorientada de una identidad local, es la peor evidencia. No extraña que pocos políticos se sientan responsables de sus actos. Quizá no saben por qué los están haciendo ni si los hacen siquiera.
martes, 12 de febrero de 2008
La opinión
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De pasada
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